jueves, 18 de diciembre de 2014

El olor a rock por la mañana. Concierto homenaje a Elvis.

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He leído recientemente que aquí, en Valencia, se mueve algo por cualquiera de los estratos que campan por debajo de la superficie, huyendo de las normas no escritas dictadas por unos pocos y que nos han convertido en una mera caricatura de aquello que nuestros padres quisieron que llegáramos a ser. Ese movimiento, dicen, viene dado por la disconformidad, por intentar cambiar el rumbo de esta tierra, convertida en supermercado de mangantes sin normas de caballerosidad, donde el "rápido y ya" se ha convertido en un pelotazo continuo, saltándose el paso del sudor y trabajo para lograr el objetivo.

Y de eso saben mucho en el rock. Precisamente aquí, donde es difícil encontrar a primer golpe de bota buen licor y música en directo, los estratos del rock no han parado de moverse. Las sobadas palabras de los gurús de la palabra y la automotivación no están de moda en este círculo porque, simplemente, toda la vida ha sido así. Hacer música es tarea de luthiers, tanto en la forma como en el fondo, pero aquí más todavía desde que la mutación de las salas de moda de los ochenta pasaron de las guitarras a la electrónica. Está claro que hay de todo, tantos gustos como colores y el talento no es absoluto y concedido para todo aquel que tenga los huevos de subirse a un escenario. Porque, independientemente que cantes como una manada de gatos o como el eterno Freddie Mercury, subir a un escenario es cuestión de echarle cojones, tengas o no que mear de pie.
Y en esas anda la tropa, peleando, buscando y manteniéndose activa, en continuo movimiento. Tirando de colegas, amantes y conocidos para sablarles simpáticamente con micromecenazgos abonados con gusto para seguir sonando a sudor, a canciones de resaca y para soñar cualquier grandeza que no tiene mayor tamaño que la propia satisfacción de uno, que es la más difícil.

De esos tipos de la pelea es Adri. Un tío que emana rock por los cuatro costados en cada cosa que hace. Cuando ofrece sus servicios de transporte en su pequeña empresa RockRunner, huele a rock, cuando posa en pelotas para un calendario solidario, huele a rock, cuando está pendiente de todo lo que sucede en el escenario con Los Perros del Boogie, huele a rock. Incluso cuando empotra a alguna moza en alguna de esas noches cualquiera, de esas de dos calaveras, desprende un mojo de rock que más quisiera algún niñato fotocopiado proyecto de estrellita.

Pues Adri lo ha vuelto a hacer. Sí ya tocó el cielo con aquellos conciertos homenaje a The Beatles y AC/DC, este sábado le auguro variados besos con lengua y tocamientos de senos, que es como imagino yo como será tocar el cielo cuando tengo el día erótico, cuando acabe el concierto homenaje a Elvis. Estarán todos los sospechosos habituales de la escena local de guitarras y botas de 'chúpame la punta', parroquianos del Kraken y del Peter Rock, compañeros de fatigas en esto del lado salvaje de la vida. Pero esta vez, Adri viene con refuerzos. Si el leit motiv es Elvis y el 60º Aniversario de su primer sencillo 'That's all right', no podría ejercer como maestra de ceremonias nadie mejor que Marta Vázquez, voz de RockFM y experta en la vida, obra y milagros del Rey del Rock.




¿Hueles eso, Adri? ¿Lo hueles muchacho? Es Rock hijo. Nada en el mundo huele así. ¡Que delicia olor rock por la mañana!

Brindo por los tipos como Adri. Rock, señorío y cojones. Nos vemos en la Wah-Wah.
PD: Seguro que Vicente Ahumada esa noche sonríe allá donde esté, ¿verdad, Rafa Escalada?

martes, 16 de diciembre de 2014

Jack Nicholson y la espalda de tus recuerdos.

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Jack Nicholson tiene alzheimer.

Después de estas cuatro palabras, ya nada bueno puede venir.

Aunque no esté confirmado.

Pero si ha saltado a los tabloides digitales del artisteo de Jolibud, es porque el río peces trae.

Poca cosa podemos hacer salvo lanzarnos a cualquier videoteca legal a revisar alguna de sus obras. A mí siempre me ha dado pereza ver algunos de sus clásicos. No he visto 'El resplandor'. Y solo algún trozo del metraje de 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. Y me la sopla lo que digan los puretas o modernos.

Jack es buen actor. Es incontestable. Incluso haciendo de Joker. Y de hijoputa es sublime. Creo que lo hace como nadie. Como en 'Infiltrados'. O en 'Mejor... imposible', aunque en esta se redime al final. Pero del gran Jack me gusta el personaje, el halo. Sus gafas negras, su primera fila en los Lakers y esa leyenda acerca de que Dios le proporcionó un talento descomunal en la bisectriz de sus piernas. Dos talentos tiene el tío. Tres, si sabe usar el que no es actuar.

Más allá del drama -del que no conviene frivolizar por aquello de no herir sensibilidades, a pesar de poder hablar de ello con conocimiento de causa-, me fascina la pena que siento cuando pienso que Jack no va a recordar esas pequeñas cosas que nos hacen sentirnos vivos de cojones: sus filtreos con Jennifer Lawrence en los Oscar, el seducir a (un montón de) mujeres, las maravillas de Kareem, Magic, Kobe y Pau en el Forum primero y el Staples Center después... Todo eso me da un poco de pena por Jack.

Ojalá yo viva un montón, pero solo para recordar. Recordar tu sonrisa con aquellas primeras y nerviosas cervezas, la manera en que mueves la cucharilla del café cualquier domingo, el olor a tu nuca mientras bailo contigo cuando nadie nos ve y descorcharte bien cuando nadie nos oye. Ojalá sepa siempre recordar el mapa del mar de tu espalda con las islas que conforman tus lunares, porque si no es así, este invento no tiene ningún sentido.

Joder Jack, me has provocado hasta convertirme en un poco moñas.

Menos mal que, de momento, siempre nos quedará el cabrón de Bill Murray.