Muchas veces se ha hablado aquí de esto. Aún así, son pocas, las veces que se deba glosar acerca del Nueve Tragos y su gerencia. Dicen los cronistas del mundo del balón que un equipo es la imagen de su entrenador. Pues bien, eso mismo podríamos decir acerca de Andrés Albert y como lleva las riendas de un negocio que cuando abril se convirtió en mayo cumplía quince años y que, en el momento inicial de parir estas letras, era todo un trajín de preparativos y acicalamiento general, del local y de su persona.
La historia, creo que ya la conocen: un fan de Loquillo con un sueño que se convierte en realidad cuando la propia estrella le brinda todo su apoyo en una de esas firmas de discos. A partir de ahí, la vida es de los que arriesgan, de los que apuestan todo a doble o nada. Porque Andrés es un tipo de los que arriesgan. Solo por el mero hecho de abrir un negocio ya merece el mayor de los respetos. Y montar un bar de copas con temática rock, en una ciudad estigmatizada con los tópicos de tetes, bakalas y música electrónica, bien merece un redoble con final en platos. Y a eso hay que añadir la personalización de eventos de cualquier clase, desde fiestas temáticas a veladas de cineclub, su sabiduría con los vinos (prueben su Teatinos, por favor) y los quesos manchegos, sin olvidar los servicios de restauración a domicilio, convirtiéndose en algo más que un simple bartender, un empresario multidisciplinar. Un tipo que hace feliz a la gente. Un tipo que me hace feliz.
Aunque todos los motivos arriba expuestos serían más que suficientes, hay un componente que hace especial el lugar y el sabor de cada trago. Andrés es tranquilo, sosegado y seguro que esconde alguna muesca en el corazón. Podría ver la vida pasar, sirviendo licores, estrechando manos y limpiando copas con la tranquilidad que otorga el disponer de un negocio con sus mil vertientes y reinvenciones constantes por el placer de crear, esperando al cierre para darse el placer de un copazo tranquilo, mientras suenan notas de jazz o alguna rareza del propio Loco y santas pascuas.
Pero no.
Él va a más.
Andrés consigue agitar las conciencias de sus parroquianos. Nos lobotomiza con su Jack Daniel's, sí, pero nos activa la cabeza y el corazón con sus acciones solidarias o con sus reflexiones con tintes literarios que nos hacen pensar, llorar o emocionarnos, en esa ventana al mundo que son las redes sociales. Y sin querer, toma partido de las injusticias de la calle, del abuso del fuerte -desde ayer bastante menos fuerte- con respecto al débil, porque simplemente es lo que pasa por delante de su casa. Justo como le pasaba a aquel Rick de «Casablanca» frente a los nazis en su bar. Otra cosa no sería posible viniendo de Andrés. En estos tiempos donde el marketing social está a la orden del día, Andrés consigue movilizar hasta al más parado de sus clientes a la mínima sugerencia. Orgullo de marca. La del Nueve. Y me importa bien poco si creen que esto es una de esas entradas que solo sirven para poner bien a los amigos a cambio de una borrachera patrocinada. No es el caso, ni puta falta que hace.
Pero no.
Él va a más.
Andrés consigue agitar las conciencias de sus parroquianos. Nos lobotomiza con su Jack Daniel's, sí, pero nos activa la cabeza y el corazón con sus acciones solidarias o con sus reflexiones con tintes literarios que nos hacen pensar, llorar o emocionarnos, en esa ventana al mundo que son las redes sociales. Y sin querer, toma partido de las injusticias de la calle, del abuso del fuerte -desde ayer bastante menos fuerte- con respecto al débil, porque simplemente es lo que pasa por delante de su casa. Justo como le pasaba a aquel Rick de «Casablanca» frente a los nazis en su bar. Otra cosa no sería posible viniendo de Andrés. En estos tiempos donde el marketing social está a la orden del día, Andrés consigue movilizar hasta al más parado de sus clientes a la mínima sugerencia. Orgullo de marca. La del Nueve. Y me importa bien poco si creen que esto es una de esas entradas que solo sirven para poner bien a los amigos a cambio de una borrachera patrocinada. No es el caso, ni puta falta que hace.
Hoy, casi un mes después de escribir el principio de estas líneas y con la resaca de muchas cosas, entre ellas la de su aniversario, brindo nuevamente por Andrés Albert. Porque ya no se hacen tipos como él. Desgraciadamente.
El sonido de una danza, me ha llevado hasta aquí. El portal que he cruzado lleva al país del pasado y me filtro en la pared...
ResponderEliminarSiempre hay bellas donde van los poetas, músicos, pintores... En nuestro Balmoral.
Larga vida a Andrés y a su nueve tragos.
Pepe Martí. Chapeau.