Te despiertas, abres un ojo y ¡uf!… anoche bebí
hasta los vientos. Puta resaca. No vuelvo a beber es como el Padrenuestro que
sermoneas cada domingo en misa de doce y luego ni caso.
El Whatsapp sonando “pin-pan-pin-pan” -la pesada de
turno, «Oye no me contestas»- claro, es que me gusta la melodía del teléfono,
me hace sentir mejor persona, no te jode.
Y pienso en la ducha como en fin a todos mis males hasta
que salgo de ella y las náuseas siguen ahí más fuerte, si cabe. Apesto a
tabaco, me río de las tonterías que dije ayer, ¿con quién hablé? No importa,
iba más ciego que yo, así que… gilipolleces varias. El vino sirve para vomitar,
pero no la pota digestiva, sino aquello que llevas dentro y que solo Clint
Eastwood apuntándote con una Magnum 45 sería capaz de hacerte escupir. Lo
bueno… que no te arrepientes de nada, ¿para qué? Sabes que volverás a hacerlo y
Clint desenfundará de nuevo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario