El próximo domingo 16, a eso de las 9 de la noche, la España futbolera estará pendiente de quien ganará la liga. Si la lógica se impone, será en Barcelona donde mayoritariamente se descorche el cava, corran las muestras de afecto y cantos de burla al eterno rival y, los más afortunados, participaran, masivamente y en la intimidad entendida de cada cual, del acto físico previo a la creación, propiciada por el campeonato blaugrana. A esa hora, en otro lugar, alejado de la euforia del campeonato y de la resignación de la derrota, un Jugador, con mayúscula, estará cerrando una etapa de diez años en un equipo que no tiene nada que ver con el que lo recibió, allá por el 2000.
Llegó siendo el fichaje más caro, 12 millones de €, de un equipo que acababa de descender a otro que venía de despertarse del sueño de una final de Champions, que había vendido a varias de su estrellas (Gerard, Farinós, Claudio López) y que, sin saberlo, iba a ser parte fundamental de la mejor etapa de la historia del Valencia CF. Le pusieron al que tenía el monopolio en los últimos cuatro años de levantar los trofeos más importantes de selecciones nacionales a su lado, todo un campeón como Didier Deschamps, para que puliese los defectos y aumentara sus virtudes. En poco tiempo fue internacional. Vivió su primera decepción como valencianista en Milán, donde se tropezó otra vez con la misma piedra. Pero lo que no te mata, te hace más fuerte. Después vendría una Liga y otra y una Copa UEFA y una Supercopa de Europa. Él encarnó, con su tono reservado, serio y su genio el sentimiento valencianista más puro, más rebelde. Y para repartir estopa y contestar dentro y fuera del campo, encontró un socio perfecto como era, y espero que el domingo lo sea por última vez, David Albelda.
Pasará a la historia por sus dos goles contra el Espanyol, remontando con diez, tras la expulsión de Carboni, el último desde casi fuera del área, que nos acercó al titulo de 2002, haciendo una copia de su obra de arte no hace poco contra el rival favorito de los valencianistas, el Real Madrid, poniendo la puntilla con un 3-0 que hizo recordar aquella noche de Mestalla, con Cortés a punto de un colapso.
Tuvo momentos extraños con la afición, sabia e ignorante a la vez, como cuando le silbaban por errar algún pase. Pero él, todo personalidad, seguía pidiendo la pelota, seguía gritando en el centro del campo y con sus pases de 30 metros al pie de Vicente o de Rufete, o del tío del puro de la cuarta fila, convertía los silbidos en aplausos, con la consiguiente rabia de los fans del ‘Pipo’, porque al ‘Pipo’ no se le recrimina, se le disfruta y se le aplaude. También se creó cierta corriente al asumir la capitanía después que se apartará por la dirección deportiva a ‘El Gran Capitán’, a su amigo, a su pareja de baile. Y con todo esto, levantó una Copa del Rey, su penúltimo servicio a la causa.
Siempre fue claro, un ejemplo en su trabajo, demoledor con su llegada como con sus declaraciones en la sala de prensa. Para la historia quedará aquello de ‘lo que piense la afición me chupa un huevo’. No se casaba con nadie, no hacía gestos a la galería. Y estoy seguro que no lo hará el domingo. Le costará, pero es un tipo duro que ha aprendido a sufrir, a vivir, y le rodará alguna lágrima cuando el campo entero coree su nombre. Y llevará la cinta de capitán por última vez, al lado de Claramunt, Arias, Fernando, Penev, Mendieta, Cañizares y Albelda. Y algún día, cuando tenga alguien que me escuche contar mis batallitas, le diré: “Yo vi a Baraja hacer…”
Llegó siendo el fichaje más caro, 12 millones de €, de un equipo que acababa de descender a otro que venía de despertarse del sueño de una final de Champions, que había vendido a varias de su estrellas (Gerard, Farinós, Claudio López) y que, sin saberlo, iba a ser parte fundamental de la mejor etapa de la historia del Valencia CF. Le pusieron al que tenía el monopolio en los últimos cuatro años de levantar los trofeos más importantes de selecciones nacionales a su lado, todo un campeón como Didier Deschamps, para que puliese los defectos y aumentara sus virtudes. En poco tiempo fue internacional. Vivió su primera decepción como valencianista en Milán, donde se tropezó otra vez con la misma piedra. Pero lo que no te mata, te hace más fuerte. Después vendría una Liga y otra y una Copa UEFA y una Supercopa de Europa. Él encarnó, con su tono reservado, serio y su genio el sentimiento valencianista más puro, más rebelde. Y para repartir estopa y contestar dentro y fuera del campo, encontró un socio perfecto como era, y espero que el domingo lo sea por última vez, David Albelda.
Pasará a la historia por sus dos goles contra el Espanyol, remontando con diez, tras la expulsión de Carboni, el último desde casi fuera del área, que nos acercó al titulo de 2002, haciendo una copia de su obra de arte no hace poco contra el rival favorito de los valencianistas, el Real Madrid, poniendo la puntilla con un 3-0 que hizo recordar aquella noche de Mestalla, con Cortés a punto de un colapso.
Tuvo momentos extraños con la afición, sabia e ignorante a la vez, como cuando le silbaban por errar algún pase. Pero él, todo personalidad, seguía pidiendo la pelota, seguía gritando en el centro del campo y con sus pases de 30 metros al pie de Vicente o de Rufete, o del tío del puro de la cuarta fila, convertía los silbidos en aplausos, con la consiguiente rabia de los fans del ‘Pipo’, porque al ‘Pipo’ no se le recrimina, se le disfruta y se le aplaude. También se creó cierta corriente al asumir la capitanía después que se apartará por la dirección deportiva a ‘El Gran Capitán’, a su amigo, a su pareja de baile. Y con todo esto, levantó una Copa del Rey, su penúltimo servicio a la causa.
Siempre fue claro, un ejemplo en su trabajo, demoledor con su llegada como con sus declaraciones en la sala de prensa. Para la historia quedará aquello de ‘lo que piense la afición me chupa un huevo’. No se casaba con nadie, no hacía gestos a la galería. Y estoy seguro que no lo hará el domingo. Le costará, pero es un tipo duro que ha aprendido a sufrir, a vivir, y le rodará alguna lágrima cuando el campo entero coree su nombre. Y llevará la cinta de capitán por última vez, al lado de Claramunt, Arias, Fernando, Penev, Mendieta, Cañizares y Albelda. Y algún día, cuando tenga alguien que me escuche contar mis batallitas, le diré: “Yo vi a Baraja hacer…”
El ultimo de plancha?
ResponderEliminarNoooooooo de tir de casi fora del area a pase del Kily!!!!!!!!
Quant arriva la nit ....
Casi me fique a plorar... Baraja for ever y gracies per fer-nos disfrutar del FUTBOL, a vore quant tardem en vore a un altre tan gran com ell
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