lunes, 8 de septiembre de 2008
El verano es un recuerdo y una leyenda el calor
Y ya se acabó. Las fiestas VIP, las fiestas sin VIP, las fiestas sin más, las playas con sombra, las playas con luna, los lunes al sol del aire acondicionado con olor a sudor y sabor a resaca, los barquitos con cascara de nuez. Todo eso ya forma parte del disco duro de la memoria, espero que por mucho tiempo. Una época del año atípica para mi, ya que tuve que combinar la elección de continuar trabajando para no caer en la zozobra de que el tiempo ocioso me dejase pensar en lo que no hay que pensar y, a pesar de los juegos de malabares y las ecuaciones para averiguar cuantas copas hay que tomarse antes de las cuatro de la mañana para poder estar cinco horas después en perfecto estado de revista, ha sido divertido, gracioso y, a veces, rocambolesco y surrealista. Para las noches de invierno quedan los chapurreos en inglés con la fauna del Gran Circo por mi parte, y el perfecto francés que practican de perfecto acento por la suya. Incluso tuve tiempo de un "Tutto bene?" con uno de los parten el bacalao, gordete, grandote, canoso y pastoso. Pero aún con todo el glamour, aun con todos los idiomas y las madrugadas bañadas en licores de 8 años, con las sesiones de sol en la terraza de la escapada del puente, lo mejor de todo el periodo estival fue la quiosquera de guardia que en el mes de agosto me suministraba mi dosis de prensa diaria para gozo de mis ojos y destrozo de mi mente. No se si ahora volverá, o realizará su trabajo de manera sonriente y abracadabrante en algún fin de semana, pero lo cierto es que con su saber estar y su porte, me alegraba la rutina simple de adquirir la prensa. A veces las cosas más sencillas son las que nos producen mejores satisfacciones. Al menos ese es el recuerdo, espero que no esté distorsionado por la resaca o por los golpes de calor. ¿O si?
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