viernes, 27 de julio de 2018

El calendario asimétrico y la coentor.

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Imaginen cualquier bar de los de buen almuerzo y servilletas de papel impresas con un 'Gracias por su visita'. El Mesó L'Albufera del barrio de Les Barraques de Catarroja. O el bar Alvaro de la calle Ciscar, donde el gran Jorge Iranzo dejaba sus calendarios todos los años. Imaginen, entre bocado y bocado, a la gente hablar del calendario. No de los de Iranzo. De los de Tebas. Vamos, de este de la liga. Que es asimétrico. Toma ya palabro. Que no es más que la primera vuelta y la segunda se parecen lo mismo que un huevo a una castaña. Que ya no vale eso de "el que suelta el Alavés lo recoges tú y luego vas al que deja la Real". De pequeño, me flipaba ese control del calendario que tenía mi tío. Digo tenía porque este año, nada de nada. Su teoría al traste. Asimétrico. Nunca un calendario ha calado tan hondo en las charlas de bar, excepción hecha de los de la difunta Interviú, que han presidido el noventa y ocho por ciento de los talleres mecánicos de España y todas las cabinas de camioneros de grandes rutas. Vale, el de la Interviú y los de ahora de Pirelli. Venga va, y los de los bomberos macizorros. Y ya. Que nos desviamos del tema.

El calendario asimétrico. Que viene parido de cuando había un Madrid-Barça con la liga decidida y sin interés por los puntos y la sangre, que es de lo que se trata este invento. Ir pululando por los campos de Dios para jugarse la tostada estos dos en el Bernabeú o el Nou Camp. Lo demás, como coger el avión oficial para ir a Castellón de reuniones. Excusas para justificar ver a The Killers. Los otros 18 son teloneros. No esperen tratos de favor, ni atenciones especiales. Miren el primer partido, contra el Atleti. Partido de la jornada. Partidazo. Hay un canal de televisión que se llama así. Y no va a emitir ese partidazo. Que por alcurnia, debería ser jugado un sábado noche. O un domingo. Aunque, por aquello de la nostalgia, sábado a las 22.30 sería lo suyo. Vendiéndose bombón helado en las gradas. Y sacando café granizado a repartir entre los vecinos de asiento a la hora del descanso. 

"Nos adaptamos a las necesidades de los clubes, de la televisión y de los medios de comunicación" ha dicho Tebas. Para no mezclar la Semana Santa, dice. Y el Betis-Sevilla lo meten el Domingo de Ramos. Pues anda que a Pepe Lobo le ha hecho la misma gracia que no tener lumbre a las dos y media de la madrugada. Y claro, lo de tener los horarios con varios meses de antelación para organizar viajes o vida, en general, olvídate. Alguien debería decirle a Tebas, tanta modernor que quiere mostrar cuando solo es un alopécico coent, con esas gafitas de montura imantada colgadas del pescuezo, que si tuviera los santos bemoles de cerrar horarios antes de irnos de vacaciones, podría darse el caso que el personal se animase a viajar con su equipo. Un arranque de valentía en el chiringo una noche tonta de agosto, con la camarera subiendo sus Stories y tú con los colegas más cocidos que las ratas, muy mal se tiene que dar para que no salga el fútbol a la conversación y una de esas de echarle pelotas para pillar un viaje a Girona, Huesca o Getafe en octubre. Pero no, Tebas Javier prefiere poner a la televisión de por medio como excusa. Será que no hay canales 24 horas de deportes y se la sopla que esos dos equipos de los que usted me habla jueguen a las 4, a las 8 o a las 10.

En fin, es lo que quieren. Show me the money y llámame tonto. Lo malo es que luego, con cualquier chorrada, se nos sube la moral y nos vamos, en chanclas, a renovar el pase. Y muchos, en vez de organizar la vida y después ver lo del fútbol, ven lo del fútbol y después concilian su vida con los niños, la mujer, la querida y los amigos.

Hasta que los otros 18 no se planten y se independicen, esto es lo que hay. Una Liga de aparente modernor, pero que es molt coenta y garrula.

viernes, 20 de julio de 2018

Marcelino 2020.

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Renovación. Para seguir moviendo las cosas. Para continuar cambiando el rumbo de este Valencia meritoniano que parece aprender de los errores del pasado. Ese pasado que parece tan lejano ahora, al calor del Centenario, de las canciones de diversos estilos y gustos y de agotar las camisetas conmemorativas. Ya ven, en esas estamos. En dramas insustanciales propios de una calma del que se siente seguro. Porque sabemos que las cosas del balón están más que controladas. Y a ciegas confiamos en Marcelino, Uría y todo el equipo. A pesar de algunas borradas en ciertos partidos de la temporada pasada. Medir esfuerzos, recuerden. Como los ciclistas modernos, que llevan aparatitos para medir sus pulsaciones y no han de pasarse de cierto ritmo. La tecnología, nano. El VAR y la modernor.

Es interesante, entre las frases destacables de su rueda de prensa, la que habla de la Champions y la necesidad de estar continuamente en ella. A nadie sorprendemos si se afirma que los ingresos que da la competición del baloncito son parte importante del pastel de la caja. Optar a ser, mínimo, cuartos es el objetivo. ¿El mínimo es el máximo en estos momentos? Pues puede ser, vistos los montantes de las operaciones que se gastan en Madrid entera, salvo Vallecas, y en la Barcelona blaugrana. El objetivo ha de ser marcar distancia con Sevilla, Villarreal, Betis y Athletic mientras se intenta recortar la que te ha tomado el Atlético. No hay más en términos económicos. Ahora, el plus deportivo si se le va a exigir a este grupo de jugadores que en breve sudarán la gota gorda en Suiza. Y en todos los partidos. Contra el Corralejo o contra el Manchester City. Esa va a ser la exigencia que ha de gestionar Marcelino para poder continuar disfrutando de la indulgencia del aficionado. Porque se lo ha ganado. Si da el ok a gastarse 15 kilos en un central semidesconocido, nadie chista. Si vende directamente a proyectos de jugadores con buena pinta como Maksimovic o Vidal, poco debate. Ese mérito, ganado a pulso, no será perpetuo. Simplemente ha de seguir marcando la línea, manteniendo el nivel de justicia deportiva y de gestión de vestuario como hasta ahora, añadiendo la pelota de la Champions a este malabarismo.

La normalidad de tener un entrenador con todas las letras en el club es esto. No con plenos poderes, pero casi. Con sintonía con la dirección deportiva y la general. Con buen rollo con la presidencia y la propiedad. Se romperán algunos huevos, como el caso Zaza, mal que nos pese a los latinos. Pero tener un entrenador es eso, tomar decisiones. Y, de momento, se van a tomar decisiones hasta 2020.

Dos años para recortar con los de arriba y tomar distancia con nuestros semejantes. Ojalá lo aprovechemos.

viernes, 13 de julio de 2018

El fútbol, en pretemporada, es un estado de ánimo.

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La frase original la dijo Valdano. Creo que por aquello de llegar físicamente un punto más que el rival ante situaciones adversas y el componente emocional del entorno. En la Valencia blanquinegra, o blanca, el estado de ánimo anda por las nubes. Con el equipo ya sudando por Paterna, cuatro fichajes en la pera y negociaciones varias en marcha, la parroquia tacha los días del calendario para sus vacaciones con una sonrisa chota en los labios. King Kond volvió para quedarse, han venido dos jugadores desconocidos para el gran público pero con el sello de aprobación de Longoria y, de momento, la última incorporación es Wass. Que si tú lo miras en frío es un danés que no ha ido al Mundial. Por lo que ya se te puede quedar cara de meme. Pero claro, escuchas a los que saben, lees análisis y buceas en los tuits de Marteen Romà (@RomaMarteen) y te vienes arriba como si estuvieras en el Montgorock una noche de viernes. Pero es que incluso las salidas son tratadas con una claridad y trellat que nos pilla descolocados, por aquello de hacer las cosas como toca. Gonzalo Villar y sus movidas con los representantes, marchando al Elche, pero reteniendo sus derechos económicos, Villalba y una cesión a Soria de esas que te curte al sacarte de la zona de confort. Hasta Anil Murthy, activo a tope en Instagram, se ha abierto cuenta en Twitter. Y contesta y todo.

Vamos, una luna de miel futbolística. Que tienes ganas locas de ir al chiringo de playa y meterle tres meneos al madrileño de turno que saca pecho de su Cristiano y todo aquello. Que esa es otra. Que se ha ido. Y se han inventado cartas de despedida y todo. La posverdad, nano. Que ya los han calado. Que se lo tragan todo. Incluso de reojo, miras a la Selección y te mola que Rubiales haya firmado a Luis Enrique porque sabes que va a picar allá donde tú sabes que pica. Que los mismos de la carta de despedida de Serresiete han entrevistado a Amunike. Sí, es por eso. Por aquello de la canción y ser su padre. Vamos que hay alguno que el agua se la bebe turbia con gustito a regaliz fijo. Si no, no se entiende.

Pues eso, un estado de ánimo. En el fin de semana que se acaba el Mundial, donde se merece una oda aquellas tardes de partidos a las cuatro, los vídeos de la pareja argentina y compartir el debut de España cenando con los amigos de verdad, el fútbol, más bien la pretemporada, de este Valencia que se viene es nuestro estado de ánimo. Y se esperan largas noches de tertulia a la luna de la playa o del monte, verbalizando los sueños, embriagado de ello y sentenciando, mientras le pides otro Old Fashioned a la persona de detrás de la barra, que este puede ser el año del salto del Valencia.

Brindemos por ello. Que para esto sirve el fútbol. Para brindar y soñar.

viernes, 6 de julio de 2018

Los pequeños centenarios dentro del Centenario.

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Yo empecé a ir al Luis Casanova a principios de los 80. No sabría decirles si fue antes o después del Mundial de España. Probablemente sería después, porqué por allí andaba yo, todo digno, diciendo a todos que era de la Real Sociedad. Por Arconada, claro. Pero mi tío sabía que, tarde o temprano, iba a caer en el valencianismo. Y así fue, desde el mirar de reojo a los que pelean por bajar, coleccionando los programas de cada partido y anotando el momento del gol valencianista en esa revista, mientras toda la grada celebraba. De hecho, todavía recuerdo a una mujer sonreír sorprendida porque, cuando todo el mundo celebraba el gol, yo me apresuraba a apuntar el goleador y el minuto en el que se marcaba. Después vino el coqueteo con el descenso, Tendillo y su gol, el partido contra el Hércules que fue de Kempes, diluviando, que fue la única vez que vino mi padre con nosotros, el descenso, la Segunda con Quique y Subirats de sobrados, Botubot volviendo con el Xerez, el hermanamiento con el Logroñés, las botas de vino riojanas, los partidos de Copa con termos de café, o carajillo, que bebían los mayores, el Mestalla después del partido de las cinco, a los que veíamos media parte, el Valencia saliendo después del rival, sonando el pasodoble y las tracas. Básicamente, y en párrafo corto, eso es el Valencia en mi memoria. Porque ganar la Copa o perderla en un minuto, eso ya lo dirán los demás.

Pero ese es solo mi Valencia. El que yo recuerdo. Más o menos idealizado. Pero usted tendrá el suyo propio, con sus momentos, con sus vivencias. Y quizá era de Claramunt. O recuerda a Penev como primer gran ídolo y espejo en el que mirarse. Pero ni el suyo, ni el del panadero Lahuerta, del que ha salido ese libro con nombre de balada y bar, ni el de aquel que ahora tiene quince camisetas del Valencia CF por cada año cumplido, es más bueno o menos, es mejor o peor. Es, simplemente el suyo. Maneras de vivir el valencianismo, citando a Rosendo.

Porque el recuerdo viene marcado por el momento en el que se cuenta por parte de los que quedan. Mirando la historia, sí. Pero la comparativa esta viciada entre lo que has visto y lo que te han contado o leído. ¿Qué gol fue más importante, el de Forment o el de Tendillo? Pues depende para quien. Seguro que es injusto comparar a Monzó con Albelda, por ejemplo, aunque sobre el papel, por cercano en el tiempo, tenga más espacio el de Pobla Llarga que el capitán del Valencia de los cuarenta, el bronco y copero, con cinco títulos y siete subcampeonatos. Ahí es nada. Y siempre se tiende a comparar lo pasado con lo actual, cuando la única posición en el campo que menos ha cambiado es la de portero, y ni aún así.

El Centenario es algo que no vamos a volver a vivir los que estamos aquí ahora. Es de todos. De los del pantalón blanco y de los del pantalón negro. De los del Fecé y del Club de Fútbol. De los del Piojo y los de Arias. De los de la canción de Bombai y los de la canción de Seguridad Social. Todos somos pequeños trozos del mosaico de este bicharraco del que no entendemos la vida sin él.

Por eso, tomo prestada esta reflexión de @jamacuco, que es la mejor manera de cerrar esta columna: «En este año de celebración del Centenario del Valencia CF sólo pediría una cosa al valencianismo: que disfrute. Recordemos nuestro pasado, nuestra gente, nuestras historias... No hemos sido perfectos, ni lo seremos. Pero somos nosotros y nos debe servir para unirnos y crecer».