viernes, 26 de julio de 2013

Missing Amy.

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No dejes que el árbol te impida ver el bosque.

Esta frase siempre me recuerda a algún chino, tipo Kung-Fu, o a profesor de yoga tántrico listillo que te quiere levantar a tu novia, hablándole de la influencia del feng-shui y de su puta madre mientras su mano baja más allá de ese ombligo, que tú crees que es coto privado, con la excusa de mejorar la respiración abdominal. Pero no se me ocurría mejor arranque para esto, que lleva corriendo por mi cabeza como si un Yves Montand en "Grand Prix" se tratara, cuando esa mujer que seguro que está detrás de algún gran hombre, llamada Fani Grande llenó mi timeline de Twitter con referencias al día que era.

Que ahora que lo pienso, Fani le tiene un aire, pero en guapa, ¿no?

Hace un par de días hizo dos años de lo de Amy.

Y como que la cosa toca, visto desde el prisma de la distancia y pasando del amarillo y de la casquería, merece recordar la voz que tenía. Pero no lo hagas, si no lo has hecho ya antes de leer esto, con el "Back to Black", que fue donde pegó el petardazo con el porrón de premios de todos los colores.
Tira un poco más atrás y escucha "Frank" que es una joya. Permítete el lujo de sacar a tu mujer de la clase de yoga, - y así de paso, dejas al del tantra con un palmo de narices -, como lo hace Richard Gere con su chica en 'Oficial y caballero' o como lo hace Homer con Marge, depende de tu estado de forma, baja todas las persianas, descorcha una botella de vino, fúmate lo que te apetezca y dejaos llevar hasta donde sea, bien sean vuestros cuerpos o tirando del hilo hasta las divas clásicas del soul.

Y como esto va de disfrutar (¡de que va a ir, si no?), te regalo una maravillosa píldora de un pedazo de actriz y animal de escenario entre el aspecto de Winehouse y la rabia de Nina Hagen, no solo porque la admiro, que también, pero es que lo borda.

Ya me cuentan como queda la cosa.

jueves, 18 de julio de 2013

Va a subir la marea.

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Decidí
Aprender a hacerme yo la maleta
para poder vivir.
Hoy lloré
se me habrá metido un poco de arena
eso no es para mí.
Me inventé
mil maneras de perder la cabeza
es más sencillo así.

Ahora que la canícula parece que llega para quedarse, el largo y cálido verano es una sensación, aparte de una buena película. En estos días que, posiblemente, te pongas tibia de cerveza, vino blanco, tinto de verano o con cualquiera de los cócteles que te sirvan en esas barras de Dios o macrojuergas con tiendas de campaña y puestas de sol. Incluso puede que rindas homenaje a Gustavo Adolfo sin saberlo. Y quizá te de por experimentar y coger la sartén por el mango en asuntos de saliva y fluidos corporales con algún zagal o zagala internacional.

Estos días que se convierten un poco en Las Vegas y las licencias para matar suenan menos escandalosas. Ahora que salir, beber y el rollo de siempre no van asociados al posterior estrés y que no vas a diferenciar un lunes de un viernes, ni falta que te hace. Estos momentos en los que pensarás en voz alta aquello de 'esto es vida' más veces de las que piensas, estando errada en todas ellas. 

Los menos afortunados andaremos por aquí, que no es una localización geográfica, sino más bien una actitud, buscando la sombra del olivo. Esperando la avalancha de pies en Instagram con el mismo deseo que tiene el reo en la sala de tortura. Revisando los clásicos otra vez, haciendo oposiciones para ser Gerard Depardieu y llorando por el adiós de Tony Soprano. Y el vino besará mi camisa solo por el placer de brindar.

Y caerá la noche todos los días, contándole a Catalina que recuerdo tus hombros y tu cuello revoloteando entre sábanas. Y oírte en aquellas rutas que marqué con mis labios en tu espalda en esos días grises que nos recuerdan que estamos vivos. Que poco importa que fueran soñadas o vividas, ya lo dijo Calderón.

Porque eres todas y ninguna. Eres las que se fueron y las que vendrán. Pero tú y yo sabemos que esto, es solo para ti.

Va a subir la marea.

lunes, 15 de julio de 2013

Solo tengo que insistir.

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No hace falta que te lo diga yo.
Quizá no sea lo mejor para un lunes, pero da lo mismo. Ya puestos a cargar con lo malo, o lo menos bueno, que sea hoy, en el día de la semana con más mala prensa, junto con los viernes de resaca.

No es cuestión de ser moralistas, ni ir de gurús o iluminados por la vida.
Es cuestión de echarle huevos. Un par.
Si. Otra vez. Las veces que hagan falta.

Búscate un buen espejo si lo crees oportuno.

Inspírate.

Muerde. Marca tu territorio. 
Como en el jardín de infancia cuando, con uñas y dientes, defendías tu juguete.

El primer himno corre de mi cuenta. Ellos lo han hecho. Hablan de la música, pero vale para todo.

Y que se jodan los de las corbatas y las siglas.
Suerte. Si necesitas ayuda, silba.

miércoles, 3 de julio de 2013

Apuesta por el rocanrol.

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La música. Melodía, ritmo y armonía, combinados. O sucesión de sonidos modulados para recrear el oído. Bajo estas definiciones, marcadas por los colegas de Pérez-Reverte y su diccionario online, caben muchas cosas. Infinitas. Y algunas de ellas, innecesarias.

Decía Igor Paskual en la presentación de su libro que el rock ha perdido toda la esencia de ser una música contestataria y que tipos como Tom Waits venden la idea de la dura vida para las clases burguesas sin ningún pudor ni vergüenza.

Esas gentes quieren salir de allí a través de sus guitarras, trompetas o rimas rítmicas. Y algunas veces, cuentan su día a día, no en plan 'mira que guay soy y como molo', sino con un triste y sincero 'menuda mierda de vida me ha tocado vivir, jugándomela contra la parca a la mínima y ojalá pueda salir de aquí para no volver'. Pues a esas gentes me da la sensación que les faltamos a la verdad, a la esencia real del invento y que no contamos con aquello del "sangre, sudor y lagrimas" para valorar el trabajo que, de manera demasiado fácil, llega a nuestras manos.

Loquillo, en una entrevista que leí o escuché hace tiempo, hablaba de las cosas definitorias del rock con un ejemplo: su padre, currante en el puerto, le consiguió, con mucho esfuerzo, unas Converse All-Star cuando esas zapatillas significaban actitud. Esas mismas zapatillas fueron el capricho de los matones del barrio que, a la fuerza, se las quitaron al joven Loquillo. Con lo que su padre respondió recuperándolas a la vieja usanza, buscando a la banda y dándoles un par de cachetes bien dados.

A lo que quiero llegar es que el rock siempre ha sido rebeldía sincera, calle, lucha, protesta y mala leche. Labrando recto, aunque las cosas vengan torcidas.

Y en estas épocas en las que uno se ha de buscar las habichuelas, más aún.

Volvemos al pasado.

Como cuando tenías que patearte media ciudad para conseguir el disco de tu grupo preferido, hacerte colega de un plasta resabiado solo porque tenía el vinilo de aquella banda de la que habías oído hablar y podía grabarte una cinta. O buscar emisoras piratas que emitieran esa maldita música del demonio llamada rocanrol. Cuando no era fácil. Cuando todo tenía un precio y no era siempre en el sentido económico.
Cuando pedir una cerveza en un garito de rock era una verdadera aventura y sentarte junto a tíos con veinte años más que tú, con tatuajes de los que te marca la vida y las rejas, era una ruleta de la que es mejor callar y asentir para no tener un labio partido.

Y no todo es malo en este invento de 'consiga todo fácil' llamado Internet. Puedes leer esto, por ejemplo, puedes contactar con tus colegas del cole y puedes explotar la faceta solidaria de las personas y aglutinarlas en lo que realmente quieren y necesitan. Puedes incluso hasta follar sin pasar por eso de la barra del bar y vender la Luna.

O puedes hacer que tu grupo de música, o uno de ellos, pueda volver a grabar un disco, montar una gira o incluso tocar en el día de tu cumpleaños. Podemos volver a aquellos tiempos en los que la emoción de tocar el plástico envolvente de un disco te bombeé el corazón de manera acelerada, como el joven que toca por primera vez con sus yemas un cuerpo de mujer. Tener esa sensación de palpar algo único, tal como si acaricias el tacto cálido de la madera trabajada por el artesano tallista. Y todo con el simple hecho de participar en una colecta, aunque una vez pasado el nombre por el filtro necesario del marketing, se llame crowdfunding y no sea más que un creer en ello y un motivo más para lucir con orgullo la camiseta diseñada o hacer atronar cualquier soporte por el que salga la música.

Garaje Jack, desde Madrid, Uzzhuaïa desde aquí, y algunos más son los que han optado por esta versión clásica del rock, para seguir con las guitarras, los viajes en camioneta escuchando a los Stones o a Camarón y vivir como uno siempre ha soñado. Y es una gran alegría comprobar que el monstruo sigue vivo, que hay vida más allá de Cuarentas, Máximas, Diales y viejos canales con la M que antes eran de música. Que no han de ser malos por necesidad, aunque lo piense, pero no nos alimentan el alma.