viernes, 26 de octubre de 2018

Todo mal.

blogger widgets

Para tirar. Hecho un solar. Renovación profunda. Hasta los percheros. Todas esas cosas puede que, si es un recien llegado y estuvo viendo la segunda parte del partido de Champions del Valencia, le pasen por la cabeza si le preguntan en cualquier barra de bar acerca de su opinión sobre el equipo che. Poca explicación tiene esa bajada de brazos, esa dejadez propia de vestuarios viciados de enzismo y porteros tan buenos como conflictivos. Tampoco rematemos a aquellos ya que por aquel entonces en Valencia reinaba la anarquía y no hacían falta caretas. Pero, por momentos, volvimos a aquello, salvo honrosas excepciones.

Se pregunta el aficionado patidor donde está la solución, poniéndose el imaginario chandal de Marcelino. Me cargaba a Fulano, por manso. A Mengano lo pondría en el centro y a Zutano más adelante. Parece que todo sea cosa del plantejament que dicen en el casino de mi pueblo. Del sistema, de la disposición táctica. Y quizá no sea eso.

Si volvemos a lo de los percheros, Jorge Valdano dijo una vez que el fútbol es un estado de ánimo. Y ustedes saben que estoy de acuerdo en esta frase en particular. No les digo que las pérdidas de balón o los centros mal tirados o los penaltis estúpidos estando como unas castañuelas no pasen, pero el reponerse de errores con inmediatez, sí. Y oigan, que te empapen con etiquetas en redes sociales o hablen en los medios del club del compromiso máximo de la plantilla te hace levantar la ceja. Si eso se recalca, ¿hubo algún tiempo en que cualquier plantilla no tenía compromiso? ¿El compromiso se mide a través de los resultados?

Miren, para mí el compromiso es no esconderse. Dar la cara ante las duras. Pedir la pelota una y mil veces. Salir a rueda de prensa y decir las verdades del barquero. Como hizo Soler en Berna, por ejemplo. O aquello de "El entorno me chupa un huevo" de Baraja. Y no todos valen para liderar grupos, para encabezar reacciones, para enarbolar banderas. Y eso no es malo. No necesariamente tiene que ser el líder del equipo el que más goles meta o el que más años lleve en la plantilla. A veces naces con talento pero con un perfil bajo. O no quieres. O te ponen ahí por decreto. Como el sobrino vividor que dirige el departamento comercial de una empresa familiar. Y no dejas de ser un buen jugador por ello. Han habido laterales normales que han sido grandes capitanes, como Gary Neville. O Pepe Carrete, mítico donde los haya. Y grandes jugadores con un perfil bajo de cara a los medios y al vestuario, como Pablo Aimar. Ya ven si era grande el pibe de Río Cuarto. Y miren ahora si tiene carisma, caché y dotes de mando que fue capaz de arengar en su último partido de corto al equipo de su ciudad, Estudiantes, con un discurso que es toda una declaración de vida. Y ahora está dentro del equipo temporal que dirige a Argentina. Poca broma.

Los líderes se demuestran en la trinchera, mientras caen bombas por todos lados. Dando ejemplo, tirando del carro el primero y primando el beneficio del colectivo frente al interés individual. Y eso, o se gestiona desde dentro del vestuario o lo tiene que hacer el entrenador. Con valentía. Porque si no, la cuerda se rompe por el lado más débil. No digo que vaya a pasar esto en el Valencia. Sería para coger el barco y no volver. Pero que sin llegar a noviembre, se está en un punto crítico de la temporada, es tan cierto como que hoy es viernes.

Al final, como dice en el casino Pepe el Taronger, 'més ficar la cameta i menos xarraeta'. O lo que es lo mismo, hablar en el campo y dejar las etiquetas de redes sociales para otra ocasión.

viernes, 19 de octubre de 2018

Montes vs Cubells del siglo XXI.

blogger widgets


Vale. El titular tiene truco. No van a encontrar aquí recuerdos del inicial Valencia y sus primeras filias. En cualquier caso es una manera de comenzar a hablarles del eterno movimiento en cuanto a bandos en esta mitad de la Valencia futbolera. Cuentan los libros que los primeros piques entre aficionados del Foot-ball Club era entre los que gustaban por Montes, teniendo enfrente a los que bancaban por Cubells. Hablamos de aquel fútbol desmercantilizado de Algiròs, del calzón largo, camisolas con cordones y pañuelos en la cabeza. Pañuelos en la cabeza, que frivolidez, oiga.

Pero en esta semana de parón y puente, un novedoso caso se ha asomado a nuestros quioscos, tabletas y teléfonos móviles. El debate no era con dos del equipo, como con aquello de fernandistas y arroyistas de los años 80 y 90. Era, o es, un debate entre el pasado y el presente. Entre uno que se fue y otro que decían que se iba y está aquí todavía, que cantaban Los Ronaldos. si no saben de quien les hablo, esperen al próximo párrafo. Y si lo saben, sigan leyendo, por favor.

Con Paco Alcácer todo se magnifica. Con razón o sin ella, pero es así. Recuerdo su debut, como todos. Y oiga, uno no es de piedra y la superación de la pérdida te gana el sentimiento y el respeto. Igual que se lo tengo a otro Paco, amigo y de apellido Raga, al que le pasó lo mismo que al de Torrent, también de un día para otro. Y con una zurdita de oro, dicho sea de paso. Y quizá con Rodrigo también se peque de magnificencia. Pero ya saben de que va esto de contar las cosas del deporte. Blancos y negros sin escala de grises. Humanizar al deportista de élite cuando conviene. Meterle cera sin descanso si vienen mal dadas. Total, eso va con el sueldo, dijo aquel pasando con vehemencia las páginas del Marca sentado en la barra del bar, mientras pedía con señas otro carajillo.

Y claro, cuando ves ciertas maniobras orquestales en la oscuridad de redacciones con más o menos postín, el cuerno te huele. Esa armonía, cuando la mayoría de las veces esto es un reino de taifas, te mosquea más que un pavo en diciembre. Servidor entendería esa misma fanfarria en València del Nord, donde acogen en un equipo que viste como el Levante a los falsamente desencantados de valencianismo, por aquello de revalorizar a un jugador de su propiedad. Pero aquí en València, raro, raro. Y el argumento de las posibles variables económicas no valen como coartada.

Cualquiera puede escribir, lanzar debates o editoriales acerca del fútbol-ficción. Pero ensalzar a uno de fuera, deportivamente hablando, hundiendo al de casa, que además es el yerno perfecto, es de actitud poco menos que reprobable. Por no hablar de una muestra perfecta de cinismo, como si un Mollà o Galiana del tres al cuarto se tratasen. A no ser que les pase como a Groucho con sus principios y cambien al son de las monedas.

Como dijo Cruyff, un palomo no hace verano. Y estamos en octubre todavía. Servidor a Alcácer le desea que le vaya bien siempre y cuando su racha no interceda de manera directa o indirecta con los objetivos del Valencia. No valoro a la persona ni al asesoramiento dado en su día por su agencia de representación. Podrían haber hecho las cosas de otra manera, correcto. Pero tomar caminos es parte del ciclo de la vida. Y, por supuesto, de Rodrigo queremos que las vuelva a meter todas.

Todo lo demás, hacer bailar al mono por unas monedas.

viernes, 5 de octubre de 2018

¡Defensa, defensa!

blogger widgets


Eso gritan en las gradas de los partidos de la NBA cuando toca bajar el culo y apretar para que el contrario no anote. Sabe el aficionado medio de este deporte que defender es la base de todo. Ya ven, casi casi como en el fútbol. En realidad hay dos caminos para ganar esto. Que se asemejan pero no son lo mismo: meter más que el contrario o que no te metan. En aquellas viejas ligas de Atochas, partidos los domingos a las cinco y victorias a dos puntos, el no encajar ya te garantizaba casi el cincuenta por ciento del botín. Ahora con las de tres, la apuesta sube y un meritorio empate en, pongamos un lugar al azar, Old Trafford, te sirve pero luce un poco menos.

Y es que en esas estamos. En la búsqueda de la identidad como equipo. Otra vez. Con pólvora arriba, vistos los curriculos de los recién llegados. Con alcurnia consolidada por los que ya estaban en la misma zona. Y con un teórico mejoramiento del engranaje de la primera y la segunda línea del equipo. Pero no. Arranque complicado, dudas, ausencias con olor a cuerno quemado. Y conjeturas. Muchas. Con cierto asomo de duda cara al entrenador y su equipo. Personalizando errores en el flanco derecho de la defensa de cuatro. Con el punto de apoyo para mover el mundo valencianí, Kondogbia, renqueante. Y cuando King Kond estornuda, el entramado defensivo del Valencia se resfría. 

A la larga, la cuestión es simple. Hacer de verdad lo que tantas veces se dice por el micrófono. Jugar el próximo partido como si fuese el último. Eso garantiza la lucha, la competencia. Y después depende del acierto en las áreas que rasques más o menos. En cualquier momento el Lukaku o Messi de turno te hace un roto de proporciones bíblicas. Quizá con el argentino sea el destino más simple en el noventa por cien de los casos. Pero no extender la alfombra roja es menester. Que Messi tenga que dar dos palos para conseguir su gol, por ejemplo. O que, en esa evolución que ha experimentado el rosarino en su juego, se cortocircuite sus bajadas al centro del campo con ayudas permanentes, con trabajo de vigilancias, con coberturas. Defensa, defensa. Y no solo de la línea de cuatro. Que con correr con la cabeza a veces no basta.

Anoche Marcelino, en una visita a la Agrupación de Peñas, verbalizó las ganas que tiene de ganar al Barcelona. Serán casi las mismas que las que tiene el aficionado de a pie. Hagamos sonar el Jumbotron imaginario de Mestalla con la bocina y gritemos ¡Defensa, defensa! para conseguirlo.

Por las risas y el cachondeo posterior, chicos.