viernes, 30 de marzo de 2018

Forment, el Baraja de nuestros padres.

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Foto: Levante-EMV

El Miércoles Santo hubo efeméride valencianí. No todos los Miércoles Santo, supongo, porque el calendario santo baila conforme a movidas que desconozco. Pero sí todos los 28 de marzo. Tal día pero de 1971, un gol en el alargue que el delantero de Almenara marcó contra el Celta, mantenía el estatus de aspirante máximo a aquella liga del 71. Servidor, nacido a finales del año del Mundial en Alemania Federal, no estaba ni en proyecto. Incluso repasando los libros de historia del mueble que los acuna en casa, ese gol era como una página más. De hecho, la liga del 71 no tenía casi valor por ser una de esas de chiripa. Valiente estupidez preadolescente, dice ahora el narrador, que peina canas. Supongo que por vieja, le quitaba valor. Por ser batallitas de abuelo. Igual ahora las ligas de principios de siglo le resulten lejanas a los mozalbetes de 12 o 14 años, acostumbrados al brillo de Messi y demás actores del balón y con Mundiales y Eurocopas de selecciones todavía frescas en la memoria. El 'cuando seas padre comerás huevos' versión futbolera.

No lo vi, obviamente. Y tampoco me lo contaron mucho en casa, como le pasó a Rafa Lahuerta, que tiene en el gol de Forment el irrompible cordón umbilical de su valencianismo, por lo que nunca hice bandera. Ser campeón de Liga era algo tan remoto, tan inalcanzable en aquellas épocas callejeras de heroína y movida musical que eran los ochenta y los noventa, que no servía para nada más que corroborar que el Valencia de blanco impoluto y mediano era, en realidad, un histórico y un grande de España. Aunque siempre había el hijoputa repelente niño madridista que se ponía a recitar ligas y copas merengues para taparte la boca y te menospreciaba las ligas y las copas valencianistas por ser de blanco y negro o de los primeros colores. Y tú te aferrabas a la Copa de Kempes o al gol de Tendillo, burlándote de Juan José y sus pintas de Jesucristo. Pero claro, luego hablaban del descenso y final de la historia. Maldita historia.

Por eso, no hay que desdeñar ninguna de las páginas de oro de este invento de 99 años. Y por tal motivo, maravillas espontáneas como la de Lahuerta deberían ser el motor para recuperar la esencia de lo que es el Valencia. Recuerdos y droga en vena. Que sí, que Villa, Rodrigo y Cañizares (sentido abrazo) son lustre. Pero antes de ellos, Claramunt, Forment, Sol y los demás lograron un hito: campeonar una liga más allá de Madrid diez años después. Cuentan las crónicas que aquel partido fue épico, con dos goles anulados al mismo Forment, que hizo bueno el refrán de la tercera vencedora, desatando la euforia en el Casanova. Sin ver ninguna imagen para no condicionar estas letras, me imagino a la grada parando el partido y lanzando almohadillas, como comentaba en su programa de radio ese patrimonio de la memoria del Valencia que es Paco Lloret. Después hubo más partidos, como en Sabadell, con gol de Antón. Pero si cuentan los que allí estaban, incluido Lahuerta, que fue el más emotivo, fue el más emotivo y punto final. Después vino otro en casa con victoria y la carambola del empate entre Barça y Atleti que hacía inútil cualquier resultado en Sarriá. Y la imagen del padrino de Quique Sánchez Flores, Don Alfredo, preguntando con sus manos detrás del banquillo si el resultado era de empate a uno. Que esa si la recuerdo de haberla leído y retenido.

Forment. De Almenara. La historia. Y llegará el día, quizá no tan lejano como usted cree, en el que sentará en el sofá de casa a Alejandra, a Álvaro, a Hugo o a Jaime y les contará que una vez, jugando contra diez por expulsión de un lateral izquierdo italiano llamado Carboni, se remontó un 0-1 contra el Espanyol, con goles de Baraja. De Pucela. La historia.

Porque ellos tendrán el dinero. Y algunos otros, los micrófonos. Pero Forment y Baraja son nuestros. De usted y mío. De nuestros padres. De nuestros abuelos. De nuestros hijos.

PD: Pueden contarles también que un 1 de mayo de 1983 el Valencia se salvó de descender con un gol de Tendillo al Real Madrid, que les privó, de paso, de ganar una liga. No da para traca, pero si para un brindis en la intimidad.

viernes, 23 de marzo de 2018

La UE y el FC, siglas del pasado para el futuro.

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Y ustedes pensaban que se iban a aburrir sin fútbol. Pues anda que no ha sido divertida la semana. Desde el cumpleaños del casi cien, igual no se acuerdan porque andaban entre buñuelos y casales falleros, hasta ayer mismo con la multa de la Unión Europea, el bar ha estado más concurrido que siempre. Y, de por medio, Gayá y su supuesta puesta en el mercado y la supuesta intención del club de renovarlo. Así, todo en uno. Y, claro, los guardianes de la moral, mirando por encima del hombrito. Lo dicho, semana divertida.

Lo bien cierto es que, sin saber mucho de números, la multa de la Unión Europea es un buen pinchazo. Cuando tocan números, recurro a uno de los que más saben, Mario Selma (@VCF_Blog). Cierto es que toca recurrir para intentar alargar al máximo el pago. Pero este recurso ha de servir para ganar tiempo y poder negociar una rebaja del pago si es posible, apelando a la buena voluntad y con ciertas aristas que pueden llevar a buen puerto esta sentada. Supongo y entiendo que el club tendrá esta previsión en cuenta y, desde ya, los juristas duermen con un montón de papeles para buscar la solución más satisfactoria para el Valencia CF, FC o como quiera que se llame el club.

Pero, lo que si estaría bien de verdad, lo que si conseguiría demostrar la definitiva afección de Lim, sus consejeros y la empresa que gestiona el Valencia por el club sería que sacara la libreta de todos y cada uno de los que desde el club firmaron este bunyol financiero y los citara en el juzgado para pedirles responsabilidades. Porque esto es como la corrupción política española. Al de a pie le fastidia que alguien se los lleve crudos, pero más le fastidia que encima se salga de rositas. Y ya, de paso, a Anil deberían facilitarle las grabaciones de los medios para que sepa, en su justa medida, como se las gastan todos, con las luces y las sombras de cada uno y repensar, si el intelecto diplomático le da de sí, si sus actos como presidente son justos o no.

Pero antes de todo esto, vino el debate del nombre. Que si Club de Fútbol, que si Fútbol Club o que si Football Club. Yo he pasado del blanco al negro con todos los matices de grises imaginables. Y me postulo por volver al FC, aunque allá por el 81, este que escribe, siendo un mocoso, se enfadaba con el mundo al ver rotulado en la tele sueca "IFK Goteborg-Valencia FC" cuando era, y es todavía, al revés. Pero creo que saber de donde se viene es un síntoma de respeto con la esencia inicial. Saber quienes son para la historia de este club Montes, Cubells, Encinas, Vicente Peris, Claramunt y los todos los años cuarenta es igual de importante para sentirse orgulloso como lo son ahora las galopadas de Rodrigo, las paradas de Neto o las pausas de Parejo. Y me fastidia que los dirigentes del Valencia del 71 no optaran por volver al nombre antiguo cuando se derogó la orden franquista. Y me enorgullece que, en la dictadura, esperasen hasta el último momento para el cambio de nomenclatura impuesta. Y me da pelusilla que, en esta guerra, comparta trinchera con Vicente Vallés, el inmóvil representante del pequeño accionista. Aunque eso sí, yo por altruismo, él por palco y canapés, mínimo.

Lo bien cierto, como dice mi admirado Vicent Molins, es que el debate es saludable para recordar de donde venimos. Igual que conocer la evolución y revisar donde y como se dieron los saltos de calidad e intentar aprender de los errores del pasado para empezar a construir la historia del futuro con grandes letras. Y que sea Fe-Ce, CF o Cor i Força. Pero que sea motivo de orgullo de la tierra. Y que nadie se ría de él más allá de la familia, que para eso está.

Ah, y por volver un poco al origen y ser romántico al cien por cien, que recuperen las secciones deportivas. Está claro que el baloncesto va por su cuenta y nada necesita, pero rugby, atletismo, balonmano, hockey, fútbol sala y cualquier otra disciplina, como podría ser la pilota deberían tener cobijo bajo este escudo que ya roza su centenario con un futuro deportivo ilusionante y con grandes dudas económicas. Como casi siempre.

viernes, 16 de marzo de 2018

De silbidos y otras vainas.

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Foto: www.valenciacf.com

Valencia es tierra de músicos, ustedes ya lo saben. Y antaño, cuando las narraciones tenían su pausa y cierto toque literario, se oía mucho aquello de 'música de viento' cuando la parroquia mostraba su disconformidad con el juego del equipo local o cuando el entrenador hacía un cambio que no agradaba por ser conservador o por quitar al ojito derecho de la grada. Y siempre te encontrabas por tu sector a alguien, en mi caso El Calcetiner, que se levantaba airado, protestando a todo aquello que no era como él creía que debería ser el fútbol del Valencia. Uno de esos tantos sénecas con sobrepeso y escasas habilidades técnicas que forofea por ser el único papel, pero el más importante, que puede interpretar en este teatro del fútbol.

El que está en la grada va al campo a eso. A gritar. A desahogarse. A que comenten por lo bajini los vecinos de grada ante su enésimo enojo que grita tanto porque en casa su mujer no le deja decir ni mu. Y a ese necesario forofo le importa bien poco si a quien van dirigidos sus gritos es a un chaval de 25 años que tiene voluntad pero no le salen las cosas o a un veterano revientavestuarios al que se la sopla todo. El tipo ha pagado una entrada, o un pase de temporada, y si no le gusta lo que ve, se expresa como quiere. O como sabe. Y si el increpado por nuestro protagonista global convierte un gol o realiza una asistencia mágica, sentará su culo en su asiento, aguantará la retranca del vecindario y se sentirá interiormente culpable de espolear con sus gritos para mejorar el rendimiento del jugador.

En Mestalla se ha silbado a todos aquellos que han tenido una lona. Me atrevo a decir que sin excepción. Por ojeriza, por tener aburrida la cara o por cualquier otro motivo. Y si era un talento desaprovechado, más todavía. Libertad de expresión adaptada al fútbol. El público soberano. Y de los que ahora visten la zamarra, pues Parejo, Rodrigo y quizá Gayá han sentido en su cogote el viento del silbido. Incluso Guedes se ha llevado alguna ventosidad labial. Y Kondogbia también tendrá su ración. Es ley no escrita. Por eso, las palabras de André Gomes en Panenka y la reacción del personal cuando el portugués salió el miércoles al Nou Camp me parece una patochada de grada, que solo puede entenderse como un arrepentimiento instantáneo de la masa al reconocer que se ha obrado mal y con poco tacto. André es un gran futbolista. Pocos jugadores pueden elegir entre Barça o Madrid para ser traspasados. Pero la era Messi desvirtúa a cualquier jugador y lo convierte en torpe. Como torpe, o feo, era el ver jugar a cualquier otro equipo después de lo que hizo Guardiola. Por supuesto que las dos afirmaciones anteriores son tremendamente ventajistas y totalmente falsas. Pero el aficionado blaugrana vive en su particular Siglo de Oro futbolístico y el notable alto de un futbolista es insuficiente en aquel palacio. Y luego la afición mala es la del Valencia.

Por todo, lo mejor es el método Athletic. Animar desde el principio hasta el final. Y cuando el árbitro diga que es el final y la cosa no haya ido bien, ser todos el Calcetiner, con la vena hinchada como un cantaor de flamenco y soltar la soflama que le venga en gana. Tengan en cuenta que, después del trabajo previo, el fútbol no es más que un estado de ánimo. Y como decía mi abuelo, se gana más con zanahoria que con palo. Miren a Rodrigo este año, por ejemplo.

viernes, 9 de marzo de 2018

La traca del Luis Casanova.

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Allá por los ochenta, creo que antes, durante y después del descenso, en Mestalla, que se llamaba Luis Casanova, cuando salía el equipo, se lanzaba una traca. No salían los dos a la vez. Previamente salía el equipo rival, por lo que ya de entrada se llevaba el abucheo de la parroquia local. Luego igual al final te pintaran la cara, pero la primera la daba el público. Después saltaba el Valencia, de blanco impoluto, al ritmo del pasodoble 'Valencia'. No había himno, no había mascota pululando por el campo y, por supuesto, no había tanta chiquillería para hacerse la foto con los jugadores. Sencillamente, no se estilaba esa manera de hacer marketing. La traca, casi siempre se lanzaba en el sector 3 y 4, donde ahora está la Curva Nord y la grada aplaudía tanto la salida del equipo como el masclet final de la traca, de quince metros la mayoría de las veces. La entrada de pirotecnia estaba permitida. Las tracas las entraban gente de bien que indicaban amablemente a los niños que pululábamos por las filas bajas de la grada apartarnos para darle fuego a la mecha. Las bengalas las metían los ultras que, cuando se coordinaban bien, realizaban un espectáculo visual atractívamente estético. Eran pocas, porque la juventud y el pasarlo bien supongo que sería su máxima. Pero aquellas veces en las que alguien ponía trellat, quedaba bonito. Servidor, con sus mocos y su cara de inocente, pensaba que la gente del Valencia era buena gente solo por el hecho de ser del equipo. No veía maldad en esa traca, en esa bengala ni en esa bota de vino que rulaba de garganta en garganta y que, muchas veces, cerraba su viaje en la garganta del bombo más famoso de España, el de Manolo. Luego, la vida y, por ende, el fútbol, te enseña que esto está lleno de minas antipersonas y te das cuenta que una traca o una bengala a manos de un descerebrado puede montar un pollo gordo. Hasta un bombo en manos de un inconsciente puede hacer daño al prójimo.

Pero oigan, hacía ambiente. Y mandaba un mensaje. Al Luis Casanova se venía a sufrir. Porque te recibían con fuego y furia. Con pólvora. Ustedes y yo sabemos que cuando uno de fuera viene por Fallas y escucha tracas o una mascletà, lo normal es la impresión y el susto. Pues imaginen para un futbolista, que viene de hacer la siesta en un hotel de cinco estrellas y que pisa un campo donde lo silban y queman pólvora. Ese activo es el que queda para el que recibe a un grande. El ambiente. La grada caliente. Lo demás, alfombras rojas y paseos en barca. Por eso el fútbol moderno tiene tan poco de deporte de verdad y mucho de negocio. Ahora salen los dos equipos juntos y se dan la mano antes del partido delante de todos para mostrar el compromiso por el juego limpio. Pero luego bien que fingen patadas, agresiones y penales, mandando al garete toda la parafernalia de la FIFA, la UEFA y la FILFA, que diría el gran Ibáñez.

Por eso, los lloros de los ricos, que ya nos enseñó la telenovela que también sueltan lágrimas, provocan risa. Y que se quejen de las acciones de los ultras precisamente ellos, más risa. Es parte del juego, jugar con el miedo controlado, por supuesto, del que va a tener los sentimientos de la gente en los pies. ¿O ustedes se creen que mañana la gente de Sevilla, con Pepe Lobo a la cabeza o en el bar, va a recibir al tercero de la Liga con aplausos y besos? Pues no. Y menos mal que no se juega de noche, porque el espectáculo de luces y voces a capella con el himno despista y emociona a cualquiera. Esa es la clave. La caldera. Y pase lo que pase mañana, ha de ser el camino a seguir para que el viejo Luis Casanova, ahora llamado Mestalla, supla la carencia de juego de los Parejo, Kondogbia, Zaza, Rodrigo, Soler y compañía. Tómenlo como un entrenamiento para los partidos que vienen de martes y miércoles. Si no, nos va a pillar desentrenados.

viernes, 2 de marzo de 2018

Fichajes con sabor a sidra.

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Foto: www.valenciacf.com

Anda la parroquia revuelta con los movimientos del mercado. No estamos hablando de extremos excelsos o de delanteros que garanticen veinte goles por temporada. Hablamos de parcelas que no por no pisar el césped de Mestalla cada quince días, dejan de ser menos importantes. La supuesta externalización a medias con el doctor Maestre desde Gijón algo de polvareda ha levantado, pero menos. A fin de cuentas, a usted o a mí nos importa bien poco que doctor visite a los lesionados. Lo que nos importa es que los recupere lo antes posible. Y si el que decide sobre la plantilla en el campo cree que Fulanito es mejor galeno que Menganito, del club depende la relación que se pueda tener. Total o parcial. No veo un problema. Claro, que tampoco soy médico y no se si eso entra dentro de la caballerosidad de la profesión o no. Lo que sí ha de hacerse es ser claro con las partes, para evitar malos entendidos y rajes innecesarios.

Lo que sí ha levantado y hecho correr ríos de tinta, que diría el clásico plumilla, ha sido la contratación de Pablo Fernández Longoria por parte del club. Un talento precoz, bien preparado y que sus detractores antes de llegar le cargan dos cruces de penitencia, su juventud y ser asturiano. Ya ven. Bueno, ser asturiano no es una cruz. Es más bien un regalo. La cruz sería exactamente por venir con el visto bueno de Marcelino. Pues este que les escribe tampoco lo ve mal. Me parece bien que Marcelino y Uría se rodeen de personas de su más absoluta confianza en todo aquello que tenga que ver con el aspecto deportivo del club. Al único que no han de tocar es a Ochotorena que, con Neto y Jaume, va camino de ser el fokin master en esto de estudiar a los lanzadores de penaltis y mejorar porteros. Es más. Trasladen el fichaje de Longoria a la cuestión estrictamente deportiva. Imaginen que el Valencia le birla a la Juve, equipito modesto de Italia como ustedes saben, a Betancour o a Dybala. Mestalla puede que se quedara pequeño para la presentación y la ilusión sería rebosante. Pues esto es lo mismo. Un tío que controla el mercado como nadie, con fluidez de idiomas y que viene a mejorar una estructura existente que trabaja mucho y bien, formada por valencianistas que sienten el hierro. Que sin ser una condición imprescindible, sí es un plus añadido. Díganme loco, pero mal no lo veo. Aunque el señor Fernández Longoria debe estar flipando un poquito si ha leído un poco por la Internet. Sin llegar, ya tiene bandos. Sin abrir la boca. Y, como siempre, los cuñados graciosos buscando las comparativas por su bisoñez y aspecto. A veces pienso que la juventud es más un castigo que una virtud en ciertos ambientes profesionales.

Y con todo esto el Betis a la vuelta de la esquina, Hulio. Segundo asalto entre el que pudo venir y el que está, con ventaja para la elección de Mateu Alemany. Oportunidad para ver si las rotaciones, por gestión de esfuerzo o por tirón de orejas, se mantienen. Para saber si Ferran va a mirarse en el espejo de Joaquín y dejarle la sonrisa helada al simpático extremo del Puerto de Santa María. Espero que Mestalla le despida con ovación cuando sea sustituido en el 70 y un 3-0 en el marcador. Siempre ha mostrado respeto por el club y su afición, a pesar de ponerse pesado con su marcha al Málaga. Pero ya saben, no es nada personal, son negocios.

Como ven, la sidra parece que ha aterrizado para quedarse en Mestalla. Por lo menos mientras estén Marcelino, Rubén Uría y toda la cuadrilla de hijos de Don Pelayo. Brindaré con una de esas por los éxitos futuros, otra por los 25 años del Súperdeporte y con respeto absoluto el último brindis a la memoria de Quini, uno de esos deportistas que toda su vida hizo felices a las personas que tuvieron la suerte de tenerle cerca de una manera u otra. ¡Puxa Brujo!