martes, 26 de julio de 2016

Rafa Escalada.

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Cuando acabe el verano, todas las cosas que ahora están cambiadas volverán a su sitio. Bueno, todas no. Habrá mínimo una que será, a todas luces, diferente. La radio. Cuando se acaben las fotos de pies en la arena y los aquí sufriendo, y uno sintonice sus diales radiofónicos de cabecera, volverá a encontrar a los Francino, Magraner, Palomar, Gómez o Montalt de turno, por nombrar algunos. Pero habrá un hueco. Alguien que ya no estará. Las noches de Rock FM ya no tendrán su voz. Uno de los tíos que más sabe de música en este país, sin duda alguna, comenzará septiembre sin la zozobra del lunes que tiene por marchamo ese mes. Podrá dedicarse a cuidar geranios, espárragos o a visitar obras. De arte. Podrá cambiar este ritmo de vida letal que nos marca los horarios de manera marcial por el jodido slow life tan deseado por muchos y soñado por todos cuando echamos la primitiva semanal. Pero las noches de la radio ya no serán las mismas. Porque ya no sonará la voz de Rafa Escalada, apodado en su última época como Oldie.

Porque el Oldie ha pasado a mejor vida. Es decir, se jubila.

Se jubila. Nadie lo diría, con esa cara de cuarentista que tira para atrás. Y con su jubilación se va una parte de nosotros. Aquella que surgió por generación espontánea. El penúltimo aliento de aquella Rock&Gol. Toda una muestra de gestión de talento a través de las redes sociales. Aquella que provocó Iván Guillén, desde aquel sótano, donde se mezclaban fiambreras de comida con The Crystals y el fin de semana comenzaba los viernes a las 12, a golpe de Ramones. Comenzando desde cero y emitiendo solo desde la web, creó legión y vertebró la península desde el norte hasta el sur, desde el este hasta el oeste. Gentes de las que no recuerdo sus nombres pero sí sus caras, gentes de las que no me quiero acordar, proyectos de hermanos que pasaron a desconocidos, desconocidos que se tornaron hermanos. Ponte tú, que lees esto, en el saco donde te encuentres más cómodo. Suena a topicazo, lo sé, pero yo estuve allí y te lo cuento como lo viví. Y no exagero ni una puta coma. Encargándose de una parilla dos personas, naciendo así el dueto Youngie&Oldie, insertando contenidos en una web que también vagaba por el cajón del olvido. Poniendo al rock en el mapa. Presentando a aquellos primeros Perros del Boogie, a The Right Ons o a Garaje Jack y haciéndonos forofos sin medida. Procrastinando por obra y gracia de los comentarios en Facebook, generando sesudos debates siempre con las guitarras de por medio, en aquel muro loco que era la fan page de Rock&Gol. Redescubriendo la pasión del serial radiofónico, donde las historias tenían reglones en forma de pentagramas guitarreros. Desempolvando el rock de nuestros armarios burgueses.

Luego alguien vio el negocio latente y convirtieron a nuestra particular Radio Encubierta en una emisora más cercana a la radiofórmula que a la labor didáctica que en sus oyentes ejercía. ¿Cómo se atrevían? Habían hecho suya esa radio que nosotros ocupamos pacíficamente y que creímos nuestra para siempre. Nunca sabremos la historia real de aquella mutación, ni falta que nos hace. Pero recordamos que no había información y sufrimos el silencio como sinónimo de malas noticias. Y Escalada, que casi dejó de ser Oldie, salía a antena con voz plana, como de secuestrado hablando por teléfono con su familia como prueba de vida. Y salió el chismorreo. El estúpido ego del ser humano convertido en soy una fuente fiable y el me han dicho, pero que no se lo diga a nadie. Mentiras, la mayoría. 

Y al final, ni tan malo. Ni santos ni diablos. El rock es rentable. En cierta medida. Rock&Gol murió tal y como la conocimos y sus imágenes navegan en la profundidad de las búsquedas de Google. Con aquellos carteles reivindicativos. Con aquel logo entrañable que suena a chinchetas, al mismo nivel que las maracas de Machín. Iván montó su RockRockRadio como proyecto más personal, mientras se encargaba de dotar de molamiento a otros medios y formaba una familia. Y Rafa encontró acomodo en el mismo lugar, que comenzó a llamarse Rock FM, en una evolución lógica y una apuesta firme por el nicho de mercado, entendiendo los nuevos gestores que no podían dejar perder semejante potencial. En el horario que más le gusta, el de antes de cerrar. Como cuando las Conservas Escalada. O El Peluco. Porque él viaja a otro ritmo, fuera del tuyo y del mío. Sintiendo como deporte aquellas cosas magníficas de Rossi. Ni gol ni gaitas. Osasuna como mucho. Y porque a esa hora podía recibir visitas. De Chemi, metido en el cajón de los hermanos, muchas. De otros supongo que también.

Pero se acabó. Porque como cantaba Medina Azahara, todo tiene su fin. Y está bien que así sea. Nos quedamos con el recuerdo, con saludar a Tarque sin que él se acuerde. O a Leiva, acordándose. Con ser amigos de la primera formación del Los Perros del Boogie. Con la nostalgia de aquel primer concierto, el pistoletazo de la Triple R, desvirtualizando a los locos y las locas del muro. Que jóvenes eramos. Y con que pasión lo hicimos todo. Beber y brindar, fundamentalmente. Nunca hubo más. Nunca hubo menos.

Muchas gracias, Rafa. Por todo lo que hiciste, por todo lo que haces y por todo lo que harás. Porque has dado sentido y luz a alguna de nuestras vidas. Y no exagero un ápice.

¡Arracatapum! ¡Parampachún!