sábado, 27 de noviembre de 2010

UZZHUAÏA, VALENCIA, 25 NOVIEMBRE 2010

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Frío. Mucho frío. Esa sería la térmica definición de la noche al inicio de la misma. Pasadas casi tres horas, el frío desaparece dando paso a ‘rock caliente’ como adjetivo de las horas nocturnas. No a tres mil grados, ni con connotaciones sexuales, con lenguas femeninas lamiendo mástiles, más quisiera yo, pero sí con un aumento de temperatura musical transformaron, a golpe de cuerdas, vocales y eléctricas, de bombo e incluso, de teclas, Pau, Jose Lí, Alvaro, Israel y Alex, o sea Uzzhuaïa, su ultimo concierto del año en el que presentan su reciente disco, ’13 veces por minuto’ que, tras pasar por los escenarios de Gijón, Murcia, Bilbao, Vitoria, La Rioja, Barcelona y Madrid, aparcaba su furgoneta en su tierra, Valencia.

Es lo que tiene jugar de local, que a veces puedes permitir ciertos regalos a tu parroquia y, con un par, el día antes toda la banda fue capaz de regalar cuarenta y cinco minutos de concierto acústico en una de las promociones de una emisora de radio. Que no cunda el pánico, no era de radio-fórmula, y esto de presentar y dar un altavoz a las bandas locales es digno de elogiar, así que enhorabuena a la 97.7 Radio por su iniciativa. Resulta curioso que, en los mismos platos donde suenan los éxitos de siempre de la canción melódica, algunos con olor a rancio, suene rock actual, pero bueno, hay sitio para todos. Mis respetos.

Nos posicionamos en la mítica y necesaria sala Durango, protagonista después, y con la sonrisa de la camarera y la conquista de la copa de rigor como botín, nos disponemos a, como dijo el gran Chemi, menear la pierna, marcar paquete y tomar un poquito de alcohol. Y, un poco más de las doce, la primera en la frente. Directa, sin anestesia y con un estridente sonido que no se mejoró hasta pasado el tercer tema, 13 veces por minuto. Esto no ha hecho más que empezar y tenemos el listón bien alto. Me gusta. Siguen con Desde septiembre y con un tema que considero que es muy, muy pegadizo con sus coros ‘oh, oh’ y su letra canalla, La mala suerte. Este tema me gusta en el disco, me gustó en acústico y me encanta en directo. Señores de la industria, busquen gafas que parece que el oído lo han perdido. Después de No somos perfectos y, tras sentirme aludido, decido, bajo pena de no poder narrar la noche, dejar de tomar notas y disfrutar del espectáculo. Si no trapicheo para conseguir el set list al finalizar el concierto, no habrá crónica como tal. Visto que estás leyendo esto, y gracias a Natalia Rubio, la respuesta es obvia. Así que seguimos.

Con Enero volvemos al disco blanco, del que Pau hace encuesta a mano alzada acerca de los poseedores del disco con la portada más provocativa del panorama nacional, autorizando a quienes no lo tengan en sus estanterías a la descarga por la red, mientras intercalan temas de su anterior trabajo, Destino Perdición, como La flor y la guerra, con La cuenta atrás, del blanco fellatio, su visión de Valencia, con Baja California y Lejos de mi ciudad, este tema perteneciente a Diablo Blvd. Como buenas criaturas de la noche, los acordes de Ángeles malditos nos permiten soñar con la vampírica eterna juventud y La otra mitad nos recuerda, como dice Israel que, a pesar de ser más duros que el pan de hace tres semanas, también tenemos nuestro corazoncito.

Con Israel merece hacerse un alto. Su dominio de la guitarra es, a mi humilde entender, perfecto. Llega a tal nivel que es capaz, como Laudrup en sus mejores tiempos, de hacer obras de arte mirando al tendido, permitiéndose incluso posar para los flashes o bromear con la gente de las primeras filas. Si Álvaro y Alex representan la actitud, no exenta de técnica, siendo la reencarnación valenciana de los mejores Nikki Sixx y Billy Duffy, Israel exige a la voz y a la batería lo mejor de cada uno para no quedar coja la banda. Y claro, Pau y Jose Lí no se quedan atrás ni un segundo, sobre todo este último, del que nos cuenta Pau que anda lesionado desde el principio del show, lo que arranca los aplausos de la audiencia por tenerlos más grandes que el caballo de Espartero.

Casi al final del show, o igual fue antes, recuerda que no tomé notas, aparece la única versión de la noche. Tras varios amagos de acústica por parte de Pau, que si la dejo, que si la cojo, y con fragmentos de sus fuentes, Guns ‘n Roses y Led Zeppelín entre otros, suena Lil Devil, de The Cult, una muestra de lo a gusto que se encuentra la banda arriba del pequeño escenario. Regando a la audiencia con Jack D., y con el olor a bobmarley que me ataca, gustosamente, por todos los flancos, rockeo, empujo y me dejo empujar con Cuando ya no quede nada, disfruto con el homenaje a la sala en la que nos encontramos, con Durango “abre el alma y déjame pasar, besos en la boca contra la pared, suenan las canciones del ayer” y grito, intentando en vano llegar a los tonos de Pau, la letra de Destino perdición, esperando los bises, que son No quiero verte caer, una nueva canción a los que fueron y ya no son, su himno Nuestra revolución y Blanco y negro, una desgarradora y llena de sentimiento, elegía musical.

Intercambio de impresiones, besos, abrazos, una visita por el puesto de merchandising para inmortalizar el recuerdo y una búsqueda, en vano, de la chica de la calavera en la piel para ir de cabeza, fueron el epílogo de una noche de rocanrol que comenzó enfriando noviembre, pero que congeló los polos a base de pasión y acción. Las luces de la Durango giraron. Vaya si giraron. Y no hizo falta La chispa.

martes, 23 de noviembre de 2010

M-CLAN. VALENCIA, 19 NOVIEMBRE 2010

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Se despereza la oferta de conciertos de calidad y cantidad en Valencia justo cuando a los valencianos más nos cuesta salir a la calle, en los primeros fríos que avisan el cambio de estación. E incluso hay momentos de saturación, porque no sé cuantas ciudades españolas son capaces de acoger en una misma noche en cuatro escenarios distintos a Bunbury, M-Clan, O’Funkillo y El Barrio que, aunque no esté entre mis preferencias, reconozco que revienta allá donde va. Vale, los dos últimos no eran en la capital propiamente dicha, pero no deja de ser un cartel espectacular para un viernes de noviembre. Y con lo que viene después, dos fechas más de Bunbury, Uzzhuaïa, Fito, Angelus Apartida, Love of Lesbian, Loquillo o Siniestro Total por poner algunos ejemplos, la oferta hasta final de año pide a gritos el anticipo de la paga extra de Navidad, el que tenga la suerte conservar la paga, o tomar la difícil decisión de decidir alimentar el cuerpo o el espíritu, por el abanico de estilos de rock que podrán escuchar todos aquellos nativos y visitantes de la provincia cuyos teléfonos fijos comienzan por 96. Si, y sería justo no obviarlos, existen otros conciertos, pero para eso ya están las grandes autopistas radiofónicas, y nosotros somos más de carreteras secundarias. Así que, de soslayo la cita a los danis, las julietas y, con el tópico de las cervezas previas a la entrada a la sala, flanqueados por los espíritus de Chemi y don Pepe, comprobamos que estamos en la lista y cumplimos la cita con Tarque y Ruipérez, o sea M-Clan.

No nos pondremos a jugar a las cifras, siempre fui un mal estadístico numérico, pero la sala Mirror estaba a reventar. Público joven pero cada vez menos, la huella del tiempo es así y mala cosa si no lo fuera, que empatizaron con Un buen momento en el lejano 95 y que han crecido y vivido con los ritmos y las letras de los murciélagos murcianos, hasta este Para no ver el final. Mientras buscamos nuestro lugar en la sala, libreta en mano y con el brebaje preparado por las chicas de la barra, comenzamos a degustar, del tirón, los tres primeros temas de su último trabajo en el mismo orden con una puesta en escena sin grandes alardes, sencilla y teniendo como principal baza el rock en crudo con toques setenteros y el saber hacer del cantante, la mejor voz masculina del panorama rock nacional, a mi modesto entender. Si no fuera porque estoy junto a un montón de gente, podría cerrar los ojos y trasladarme al salón de mi casa. Impecable sonido inicial, con un chorro de voz de Tarque envidiable y entregado a Valencia, a la que alenta vitoreando repetidas veces el nombre donde hoy van a poner una muesca más en su revolver. Toca, según listado, Llamando a la tierra y Maggie, despierta y el público comienza a sudar blues, rock y soul, mientras el ritmo de las barras va en aumento. Tarque, en un gran y sincero gesto, saluda y hace referencia a los valencianos Los Perros del Boggie, con Ovidi y Álvaro entre el publico. Me voy a dejar llevar, Inmigrante, con saxo, trompeta y trombón enriqueciendo el tema, Las calles están ardiendo y El viaje hacen acto de presencia, cuando mi vista se desliza hacia el corsé de una fan que me despista, trasladándome de nuevo al salón de mi casa mientras acierto a detectar las notas de Ahora, Hasta que se acostumbre a la oscuridad y Roto por dentro, embriagado por mi imaginario viaje extracorporal, del que vuelvo a las primeras notas de Carolina.

Carolina. Es un tema escuchado en miles de sitios, radios comerciales, bodas, karaokes, borracheras, declaraciones de amor… es decir, es nacionalmente universal. La puerta de entrada para conocer a M-Clan es el tema compuesto por Priscu y Tarque. Y la gente adora cantarla. Despierta buen rollo, te permite rodear a tu chica de la cintura por detrás y cantársela al oído, aunque se llame Lola o Esther. Por eso, me resultó chocante la manera de cantarla, con una nueva melodía que despistó al público. No digo que fuera mejor o peor, solo diferente, quizá una manera de readaptarla al estilo del repertorio y a la evolución del grupo y mostrar, una vez más, el prodigio vocal de Tarque. Antes de sonar Hasta la vista rock & roll, Tarque vuelve a reenganchar al público, con preguntas en español e inglés acerca de si están listos para el jodido rock & roll como si de un front-man anglosajón se tratase, ¿David Lee Roth? con anticipo de virtuosismo por parte de Priscu en la intro. Miedo nos obliga a buscar a nuestras chicas y a volver a sacar los mecheros, si no fuera porque ahora ya no se sacan mecheros en los conciertos, salvo para quemar cachimbas manuales. Y el final del concierto, bises aparte, vino con Pasos de equilibrista, donde Priscu, guitarra solista, se deja llevar por su vena blues, con punteos espectaculares y un sinfín de deslices de notas a través de su guitarra, que permiten enlazar el tema con en el Baba O’Riley de The Who, llegando al climax, al menos para algunos de los que estábamos allí.
Y usando el viejo truco del rock & roll, aquel de despedirse con la boca pequeña para luego volver a salir a escena, llegó el momento de la propina. Gracias por los días que vendrán y, sobre todo, Volando alto ponen a prueba el alto registro de voz de Tarque, superado otra vez, sin problemas, concluyendo la velada no queriendo ser el hijo del patrón con Quédate a dormir, una invitación irrechazable, con un especial protagonismo de la sección de viento y teniendo un final apoteósico, con el público rompiéndose las manos, agradeciendo de esa manera las dos horas de rock mediterráneo, pasado por la maquina del tiempo de los setenta con unas gotitas de tequila fronterizo, con la Credence flotando en el ambiente. Tuvimos tiempo después de poder pasar unos minutos con la banda en camerinos y comprobar la satisfacción por el concierto, juegan casi de locales por las fuertes conexiones que tienen con Valencia pese a ser murcianos de nacimiento y, nuestro momento fan de la noche, con fotos y autógrafos pusieron punto final.
Luego las ultimas palabras que se oyeron y se pueden reproducir fueron ‘Una cerveza en La Caverna y nos vamos’ Y así fue, porque el resto es materia reservada para las memorias. Y lo que pasa en La Caverna, se quedará allí para siempre. Es lo que tiene ser un antihéroe, que nadie nos trata de usted.

viernes, 5 de noviembre de 2010

UN DÍA DE FURIA

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Esto se va al garete. Ya sé que no es de hoy, ni de la semana pasada, pero la vida te da pequeñas descargas que te hacen reaccionar ante lo que pasa delante de tu ventana. No es de recibo que la frase ‘no hay mejor lotería que el trabajo de cada día’ sea una verdad tan directa como un gancho de Alí en el tercer asalto. Tampoco es cuestión de buscar culpables, porque nos vamos a quedar igual, con el derecho al pataleo y a la indignación, como si fuéramos aficionados de un equipo modesto tras pitarle un penalti injusto a favor de uno de los ricos de la liga. Nada iba a cambiar. O nos lo montamos en plan revolución, utilizando las palestinas, no como complemento de moda, sino como enmascarada coartada para nuestro anonimato, y las piedras, o nos van a seguir dando cera hasta que se acabe la producción de todas las abejas del mundo. El burro solo entiende de palos. Y luego de zanahorias. Porque con los cuadrúpedos defensores del trabajador se ha visto que no se puede contar. Y mucho menos con los del otro lado, aquellos cuatropatas que gobiernan gracias a la democracia. Ellos andan a otra cosa. Con sus corruptelas de nombres alemanes y de ron dominicano para salvar sus culos. Y poder seguir jugando al golf con sus colegas del ladrillo y del crédito.

Con razón todos los jóvenes se quieren meter en casas televisadas, institutos del siglo pasado e incluso urnas de cristal. Si luego las encuestas dicen que siendo princesa del pueblo puede que hasta que te voten para gobernar, para que esforzarse en estudiar. Total, vas a ir al Inem, Servef, Soib o como coño se llame en tu pueblo la oficina del paro, y la tipa, o el tipo, que te atiende te perdonará la vida con su mirada porque le has interrumpido la charla superimportante acerca de la fiesta de cumpleaños de Piluca o el debate de cual es la mejor hora para la partida de pádel. Después de eso, no te solucionará nada y te irás a casa con un cabreo de cojones, deseando ser Michael Douglas en ‘Un día de furia’. Y mientras recobras la sensatez racional, piensas en las razones. Si has ido al extranjero, a hacer de Alfredo Landa para buscarte las habichuelas, si has estudiado cinco años porque quieres contar a medio mundo las cosas que pasan en el otro medio, si has sacrificado tus mejores años en criar a tus hijos o los hijos de los demás, esos deberían ser méritos para poder, al menos, tener la opción que te digan ‘no vales’. Te pateas zonas industriales, zonas comerciales, te ofreces a trabajar sin cobrar, apuestas doble contra sencillo. Pero ni por esas.

Pero bueno, es de esperar. Paletas que se hacían cantantes, o que viven de la farándula, a ritmo de pucheros, peones que cobraban más que cirujanos y, encima, con vicios blancos y coches de deportista de élite, niños de papá más tontos que un negocio de venta de hielo en el Polo Sur que se creían los nuevos dioses de la compraventa de inmuebles, estos son los triunfadores patrios. Y al final, la cosa reventó. El Mediterráneo dolce vita, triángulo de la vida bohemia y soñadora, está marcado con la letra escarlata del fracaso de sus dirigentes y la pereza de la mayoría de sus habitantes, acostumbrados muchos a chupar de la teta hasta dejar las ubres secas como si de una vaca africana se tratara. La picaresca del lazarillo de Tormes en plan cadena de montaje. Y los Ikea y los de la Pérfida Albión, llamándonos cerdos y gitanos. Con razón. Y solo en contexto económico, pero con humor BBC. Si nos miramos el ombligo, esto nos pasa por acomodarnos. En general. Por ser una generación con la papilla hecha. Para nuestros padres, en la novedad de las prestaciones del paro, era una vergüenza el cobrar sin trabajar. Ellos, que se habían trabajado el callo desde pequeños, pasando, algunos, hambre y pena por no poder estudiar, si que hubieran sacado el garrote para dar al señorito mangante y putero lo suyo y el postre. Espero que sea cierto aquello que ‘Dios aprieta, pero no ahoga, nos pone suave el nudo en la soga, nos dejan abierta la puerta de atrás’, porque me gusta compartir besos y abrazos bañados en rock con los hijos de vuestros padres. Y los hijos de puta se los dejo a Michael Douglas.