martes, 19 de noviembre de 2013

Los salvajes Perros del Boogie. Valencia, 17 de noviembre de 2013.

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Los Perros del Boogie en concierto. 
 
La noche olía a grande. 
 
Solo había que ver como estaba el Let's Go, con la peña disfrutando de la genial cocina que allí se prepara. Hasta la bandera. Noche grande. 
 
Era la primera vez que la banda iba a poner en juego toda su nueva artillería. Sí, han pisado algún escenario playero y han hecho acústicos en tiendas de discos, pero tocar en casa Jose, en la pronto cumpleañera Wah-Wah, donde el sudor se nota que destila rock y las camareras siempre sonríen, es la verdadera piedra de toque. 
Me habían chivado, en los gérmenes de lo que después ha sido un discazo llamado 'Salvaje', que nos íbamos a encontrar con un trabajo maduro y con unos textos llenos de matices y, porque no decirlo, literatura. Por eso, mientras me metía en vena todos y cada uno de los temas, citaba, por redes sociales, alguna de las estrofas de las canciones para pulsar indirectamente el sentir del personal. Y bueno, la respuesta fue brutal. Proposiciones honestas, proposiciones deshonestas, búsqueda de anillos y una demostración palpable que el material era bueno. Creo en espaldas de mujer, en los desayunos del sábado en la cama y en la fuerza de la palabra, tanto para lo de desnudar espaldas como para la música. Tienen mucho ganado aquellas bandas de rock que cantan en castellano, o español, y además transmiten cosas con estilo, verso y mojoY estos, Los Perros del Boogie, lo han conseguido.
 
Ya hablé en su día lo que me pareció la ruptura de la formación original. Y coño, pues que con ello hemos ganado todos. Tenemos, en la tierra que es lo más, mínimo, dos grandes bandas. Y no se trata de elegir, sino de disfrutar lo que nos puedan ofrecer estas y todas las demás bandas, que calidad hay por arrobas como naranjas en los campos.
 
A veces me siento un Elder cualquiera en esto de la evangelización por el rock. Y esta vez le tocó a mi 'hermano' Román, que en otra vida quiere ser Freddy Mercury pero en mojabragas, ser bautizado con el veneno de la perrera. Ayudó la entrada triunfal, con un par de golpes de licor para ese calor postizo que otorga el alcohol. Rueda de reconocimiento de parroquianos. Rock vestido de mujer con forma de Montiel, que anda cocinando un pelotazo -la calidad por arrobas de antes-, que ya nos llegará cuando tenga que hacerlo. Y tacones. Y primeras filas llenas de ellos, sexy as hell.
 
Sale la banda. Clavijas en posición y abrimos el disco. La gente quería ladrar bien alto. Y con el estribillo de 'Johnnie Cadillac', los brazos en alto del respetable demuestra que están entregados a la banda y sus nuevos temas. Lo comento con Adri, el séptimo hombre, justo al lado del escenario, que es el lugar que hemos elegido hoy para ver el concierto, cerca de la barra y de un par de chicas que se abrazan y se tocan como si fuesen una canción de Mecano y que me despistan por momentos. Todo el mundo sabe que el mejor lugar es cerca de la mesa de sonido, pero que diablos, necesitaba ver de cerca sus caras, notar como la tensión, como la de aquel novio primerizo en su primera entrada a casa de los suegros, se diluye solo por el mero hecho de ser uno mismo, auténtico, de verdad. Ximo se mete a todos en el bolsillo desde el primer castigo a sus cuerdas vocales. Y la banda suena como un tiro. Beto revienta la caja con una nota alta, con esa segura eficacia de pistolero a sueldo que disfruta de su trabajo. 'La leyenda del jugador' es una herencia directa de Johnny Cash. En este concierto, volamos a Australia con el inicio de 'La ley' con Ángel Vela marcándose unos pasos a lo Angus, nos metemos en la America del bourbon, country y rockabilly con el deslizar de los dedos de Gabriele por las teclas o buscamos con deseo una oreja para cantarle (susurrarle) al oído las estrofas que más queman de 'Vivir sin miedo' o 'Reglas de aproximación'.
Y el clásico front-row original, es decir, Ernesto 'La leyenda' y David 'Lobo' al primer sonar de cuerdas dejaron claro que no han dado un paso atrás. Simplemente, bajaron el ritmo, cogieron impulso, trabajaron y refundaron una banda en la que has de darlo todo porque, muy probablemente, si eres parte de ella, te va a cambiar la vida.
 
Cierre. Clavijas en off. La banda recibe los aplausos, abrazados como si fuesen campeones del mundo del balón. Tercer tiempo. Abrazos, besos con aquellas de las primeras filas, autografos comprometidos y sabrosos, confesiones inconfesables, licores de la victoria, brindis, más besos y un colofón en casa de Pablo, el Kraken, donde todos conocen tu nombre. Las otras cosas que pasaron se quedan entre las paredes de donde sucedieron. Así ha sido siempre y así será. Porque aquí, somos canallas, pero antes somos caballeros.
Por cierto, me parece una declaración de intenciones cojonuda que abriesen el concierto con 'Maldita adicción' y lo cerrasen con 'Buenos tiempos para el rocanrol'. Es lo que hay. Somos adictos a esta mandanga. El resto de sustancias, incluso las ilegales, no son más que un vano intento de ocupar el espacio cuando la guitarra se queda muda.
 
Los Perros del Boogie. Si pasan cerca de tu casa, no te lo pienses. Tendrás algo que contar y serán la banda sonora de una noche cualquiera de esas de dos calaveras. Que le vamos a hacer, somos más de infierno, y nos venimos arriba, con fuego y gasolina.

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