viernes, 8 de marzo de 2019

Almohadillas y celulares.

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Para quien no lo sepa, celular es la manera con la que denominan al otro lado del charco al teléfono móvil. Servidor la conoce por los argentinos, con ese seseo tan relindo de ellos. Selular. Y parece que ha venido al fútbol para quedarse. Por lo menos en los partidos de noche que se precien. Como el del pasado domingo contra el Athletic. Ya no se lanzan almohadillas con las que jugarte el cierre del campo. Las almohadillas eran una especie de cojines de fina espuma que servían para cuidar las posaderas ante los duros asientos del Luis Casanova. Esas almohadillas se alquilaban por el partido a fondo perdido, sin reembolso al devolver, tenían publicidad con la que el club arramblaba unos cuartos y se lanzaban por el placer de verlas planear o por enfado. Y si el árbitro anotaba en el acta la lluvia de estos cojines futboleros al acabar el partido, se corría el riesgo de clausura del estadio y jugar como local en Albacete, por ejemplo. Y si pasaba con el partido en marcha, peor todavía. Todo esto es conveniente explicarlo porque igual ustedes son insultantemente jóvenes. Ya puestos en situación tras este viaje al pasado, estoy seguro que, de seguir existiendo, Marcelino y los suyos este mismo año hubieran recibido alguna que otra lluvia de almohadillas en desacuerdo con el juego mostrado. 
Siguiendo con el folclore, también se aireaban pañuelos. Podría ser por dos cosas. Por la maravilla de una acción individual, como algún golazo de Fernando, o como despedida antes de ser cambiado el futbolista de turno tras una muy buena actuación. Aunque también podría airearse el pañuelo en desacuerdo con el juego, el entrenador o la directiva. Pañoladas equidistantes, oiga.

Pero ahora no hay nada de eso. Ahora tenemos los móviles. Los celulares que nos sirven para hacer Stories de nuestro camino a Mestalla. Panorámicas del ambiente desde la grada. Gritos enfurecidos por el mal juego del equipo lanzados a los cuatro vientos de Twitter. Y ahora, encendemos la linterna para dar calor y ¿romanticismo? a una noche buena de fútbol. Supongo que si en estos días suena "November Rain" en cualquier concierto, nadie encenderá su mechero y sí su linterna del móvil. Incluso se ha traspasado la cuarta pared, si es que hubo alguna, con la celebración de goles a través del móvil. Balotelli rizando el rizo o siendo un adelantado a su tiempo, convirtió el sombrero de Finidi en una cosa prehistórica.

La primera final donde el móvil era protagonista fue Sevilla 99. La de La Cartuja. La de quedar a los pies de la Torre del Oro y llamar para buscar al colega. En el 95 era verte por cualquier lugar referente de por allí, más o menos, y esperar que no sea tardona la persona. Como toda la vida. Ahora las quedadas son cadenas de Whatsapp, las vendas antes de las heridas por el reparto de entradas para Sevilla 19 se harán sentir desde la palma de la mano. Incluso puede que la marcha cívica del Centenari se haga desde el sofá o, en el mejor de los casos, desde la cama impregnada de resaca fallera. Pero con etiqueta. Hashtag. Tráfico virtual. Incluso las extorsiones se hacen desde los cacharritos y no agarrando por la pechera.

En cualquier caso, espero contarles el domingo por la tarde mi alegría por la victoria en Girona, con una etiqueta bien chula en Twitter, un Stories desde mi Instagram (@soyperis) y compartirlo por Facebook. Todo ello, por supuesto, sin moverme del sofá. 

De momento, tomen nota de #los100delCentenariVCF como etiqueta a seguir. Proyecto bonito donde los haya, personalísimo, con todo corazón. En este caso si no puedes con celular como supuesto enemigo, únete a él.

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