viernes, 20 de julio de 2018

Marcelino 2020.

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Renovación. Para seguir moviendo las cosas. Para continuar cambiando el rumbo de este Valencia meritoniano que parece aprender de los errores del pasado. Ese pasado que parece tan lejano ahora, al calor del Centenario, de las canciones de diversos estilos y gustos y de agotar las camisetas conmemorativas. Ya ven, en esas estamos. En dramas insustanciales propios de una calma del que se siente seguro. Porque sabemos que las cosas del balón están más que controladas. Y a ciegas confiamos en Marcelino, Uría y todo el equipo. A pesar de algunas borradas en ciertos partidos de la temporada pasada. Medir esfuerzos, recuerden. Como los ciclistas modernos, que llevan aparatitos para medir sus pulsaciones y no han de pasarse de cierto ritmo. La tecnología, nano. El VAR y la modernor.

Es interesante, entre las frases destacables de su rueda de prensa, la que habla de la Champions y la necesidad de estar continuamente en ella. A nadie sorprendemos si se afirma que los ingresos que da la competición del baloncito son parte importante del pastel de la caja. Optar a ser, mínimo, cuartos es el objetivo. ¿El mínimo es el máximo en estos momentos? Pues puede ser, vistos los montantes de las operaciones que se gastan en Madrid entera, salvo Vallecas, y en la Barcelona blaugrana. El objetivo ha de ser marcar distancia con Sevilla, Villarreal, Betis y Athletic mientras se intenta recortar la que te ha tomado el Atlético. No hay más en términos económicos. Ahora, el plus deportivo si se le va a exigir a este grupo de jugadores que en breve sudarán la gota gorda en Suiza. Y en todos los partidos. Contra el Corralejo o contra el Manchester City. Esa va a ser la exigencia que ha de gestionar Marcelino para poder continuar disfrutando de la indulgencia del aficionado. Porque se lo ha ganado. Si da el ok a gastarse 15 kilos en un central semidesconocido, nadie chista. Si vende directamente a proyectos de jugadores con buena pinta como Maksimovic o Vidal, poco debate. Ese mérito, ganado a pulso, no será perpetuo. Simplemente ha de seguir marcando la línea, manteniendo el nivel de justicia deportiva y de gestión de vestuario como hasta ahora, añadiendo la pelota de la Champions a este malabarismo.

La normalidad de tener un entrenador con todas las letras en el club es esto. No con plenos poderes, pero casi. Con sintonía con la dirección deportiva y la general. Con buen rollo con la presidencia y la propiedad. Se romperán algunos huevos, como el caso Zaza, mal que nos pese a los latinos. Pero tener un entrenador es eso, tomar decisiones. Y, de momento, se van a tomar decisiones hasta 2020.

Dos años para recortar con los de arriba y tomar distancia con nuestros semejantes. Ojalá lo aprovechemos.

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