lunes, 8 de abril de 2013

Nostalgias a Sara Montiel.

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Aún resuenan en la ciudad los ecos de la vuelta de La Viuda a los escenarios, con llenos en esta pascua valenciana de San Vicente. Una delicia de obra, según me cuentan, con emotividad latente en cada instante y un pequeño gran homenaje a todas aquellas divas de la postguerra de nuestros abuelos y de algunos de nuestros padres. Por aquel escenario pasaron, si no todas, la mayoría de las artistas de la copla, tonadilla y mantón de nuestra historia en blanco y negro. Rosita, doña Concha, Libertad Lamarque, Lupe Sino... Y la Montiel. Que hoy ha enfilado el camino de ida para convertirse, más si cabe, en eterna.

Suena a cruel paradoja o a bonita casualidad. Justo cuando acabó de iluminar el foco de la producción de La Intensa, después de los abrazos y los lloros liberadores que vienen tras la recompensa del trabajo bien hecho y su éxito obtenido, al día siguiente, entre farloperas catódicas y gritos de histéricas, te lleves la leche que ha muerto la señora, si señora, del 'Fumando espero'.

Porque Sara Montiel fue señora desde siempre. 

El final de su vida difuminó el pasado dorado que tuvo con todo aquello de abrir el camino a Banderas y Penelopes que dicen ahora en todos los canales, cuando nada tiene que ver una cosa con la otra. El Hollywood que pisó Sarita era respetable. Un putiferio, si, pero respetable como una casa de citas de carretera, con sus amores de copla de León y Quiroga, las piernas bonitas un valor en alza cotizado y donde una se codeaba con Gary Cooper que estas en los cielos o con el rebelde sin causa eterno.
Lo que se han encontrado ahora sigue siendo un putiferio, si, pero con menos estilo, con mucho polvo, me da en la nariz, y paradas de sexo fácil en cualquier esquina por cualquier señora puta que no le importa no dejar de serlo.

Y no es lo mismo. Por mucho que la Pe nos ponga cuando se viste de Sofia Loren, que no es más que la Sara Montiel italiana, pero sin el toque manchego, que no es poco.

Luego vino todo lo demás, con aquel episodio bizarro del matrimonio con el cubano palomo, los pelos de colores, las saetas fuera de tiesto y todo el circo de quien se ve desamparada, perdida y desubicada cuando se queda sin el tío que la hacía feliz.

Pero siempre será aquella que lloraba en 'El último cuplé' o 'La violetera'. Violetas, como los ojos de Liz. Mira tú que cosas.

Nostalgias a Sara Montiel. Nostalgias de Sara Montiel. Siempre.

PD: En realidad, yo quería escribir algo como esto, pero Don Francisco solo habrá uno, por mucho que el papa se llame Paco.

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