miércoles, 3 de octubre de 2012

Una lista que SÍ vale la pena

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Las listas están sobrevaloradas. La de los 40 que baila tu sobrina preadolescente, esa que está loca por entrar a Las Ánimas, aunque solo tenga 13 primaveras, la de Schindler, incluso la de la compra del Lichis que, de tanto ametrallarla por las radios, acabaste por cogerle ojeriza. Y no te digo nada acerca de las listas de propósitos de año nuevo, o de septiembre, que vienen a ser lo mismo. Niente. Nada. Fum. Caca.

Solo hay una lista que vale la pena, siempre que estés en ella.

Sí, es la lista VIP.

Es esa que te permite saltarte la cola del antro de moda y evita que te aburras entre el último sorbo del gintonic post cena y el primer copazo en las luces multicolores. Es esa en la que, si no estás, maldices al hijoputa que pasa delante de ti porque sí lo está, al tiempo que luce rusa de taconazo y escote desafiante cogida de la mano, mientras deseas ser el más grande de todos los hijoputas. Aquella en la que te hablan de usted los gorilas y te desean buenas noches, con acceso a la parte de detrás de las cortinas, donde no hay que luchar en el cuerpo a cuerpo para pedir un doble con hielo, y se saborea de la alegría, los licores de calidad y de las amables camareras que no hablarán más de la cuenta. Las Vegas. Lo que pasa en la zona se queda en la zona. Respeto.

Eso, claro, sí el jefe ha bebido de las enseñanzas de Sam 'Ace' Rothstein y sabe de qué va el business de las copas y el colegueo y se rodea de famiglia para ello. Porque si no, puede ser el corral de la Pacheca.

Pero hablamos de Andrés Albert y su Nueve Tragos, por lo que podemos pedir otra.

Ahora que Valencia empieza a desapolillarse y el ocio de mesa y mantel se reinventa con propuestas de genios culinarios que nos permiten andar de mesa y mesa y tiro porque me toca y divertirnos con su arte, es justo reivindicar el continuo fluir de ideas de este señor que nunca ha dejado de pensar cómo mejorar un precioso lugar y convertirlo en algo más que una excelente barra de bar. Conforme el día que cruces el umbral de los luminosos azules que rotulan la puerta del Nueve, puedes asistir a un cineclub con palomitas con los clásicos de siempre, a un concierto de Ariel Rot o Igor Paskual, a un selecto catering sin estridencias o a un cumpleaños de nocilla, globos y tarta. No dirás que no mola.

Pues bien, la penúltima de don Andrés es darse el gustazo de premiar/agradecer a la parroquia con los VIP del Nueve, un pasaporte a un mundo de actitud, discos de vinilo y buenos vinos, que harán sentirse orgullosos a aquellos que reciban la carta con semejante salvoconducto. Yo aún estoy abrumado de haberlo recibido, sin mérito alguno por ello, pero contento por ser parte del Nueve. 

En época de chunda chunda y malenis, tenemos nuestros refugios donde el tiempo pasa más despacio. Y meteremos leña por defenderlos, si hace falta.


Andrés Albert, Goodfellas. Salud.

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