miércoles, 26 de marzo de 2008

Juntaletras. Capítulo I

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Aquí os dejo un pequeño texto. Será el primero de una serie que, conforme las neuronas que me queden, será más o menos extensa. Se admiten críticas negativas, por favor.

¡JODER!
Y agachó la cabeza y volvió a vomitar. De repente, un mosaico de imágenes rondaron por su cabeza e intentaba recordar como había decidido pasar esos instantes de su vida en un sucio retrete, en vez de estar con una niña bonita, o aprovechando su asqueroso tiempo en otra cosa mejor que limpiar su estómago de zumo de madera. Entonces recordó de dónde venía, del mundo de las sombras, sin ningún horizonte, sin ningún jodido estímulo por el cual merece levantarse por la mañana. Nunca le preguntaron “¿Qué te pasa?”. Y eso le daba bastante por el culo. Quizá fue por eso. Tras una nueva papilla, desestimó esa idea. Tres portazos en la puerta del lavabo y varios adjetivos desagradables que venían del exterior lo centraron en otra idea que pasó por su alcohólico cerebro. Posiblemente fue la mejor cerveza del mundo que se bebió después del divorcio de sus padres, cuando tenía trece años, y terminó en un retrete similar porque nadie en su casa le preguntaba “¿Qué te pasa?”. Y eso le hacia el culo como un bebedero de patos.
Entonces, en ese momento de lucidez que acredita a los grandes genios, le vino a la cabeza la causa de su conversación con el retrete. Fue ella, ella es la culpable de todo lo que le está pasando. Nadie lo sabía, pero él sentía y quería algo más. A la hora de la comida, ella se acercó y le preguntó “Hola, ¿qué te pasa?”, y ya nada volvió a ser igual en los ojos de él con respecto a su diosa, su salvavidas. Una sonrisa salió de su cara y volvió a vomitar. Sería una bonita historia, pero no es verdad. Estaba hasta los huevos de que todos le preguntaran “¿Qué te pasa?”. En su casa, sus padres, que estaban juntos demostrando a veces su amor de una manera cursi y cargante, no paraban de preguntarle “¿Qué te pasa?”. Todos. Todos se lo decían. Odiaba a todos los que le decían esas malditas palabras, pero ella nunca le dijo nada, y por eso la quería. Y agachó la cabeza y volvió a vomitar.

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