viernes, 1 de junio de 2018

Zaza.

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Díganme ustedes si no es de ser jugador mítico que un periódico de tirada nacional te realice un artículo en el que su principal hilo sea que te estés jugando poder participar en el Mundial con tu selección, cuando lleva eliminada para ello desde noviembre. Eso supera cualquier expectativa y convierte al bueno de Simone en un ser extraordinario. Vale, tienen razón. Puede que sea más culpa del zoquete que escribe, pero solo que se genere esa expectación ante todo lo que acontece con el italiano ya demuestra que es un jugador especial.

Puede haber corrientes que digan que no es jugador para el Valencia de Champions. Yo les digo que sí. Porque en la próxima Champions se va a tener que jugar con el corazón para suplir el talonario. Se va a tener que gritar hasta la afonía desde la grada para ser de verdad el jugador número 12. Y si hay alguien que defina esa comunión con la grada ya saben quien es. Los niños quieren ser Zaza. La venta de camisetas lo dice. Cierto es que un jugador no vale tanto como todos juntos, pero en partidos aletargados, el carácter latino te agarra por la solapa y te zarandea.
Y si tiran de hemeroteca, los delanteros con los que el Valencia se personó en la Champions de su debut no es que fueran de campanillas. Se llegó donde se llegó gracias a un bloque, gracias a una marea colectiva y a momentos de gracia de determinados jugadores, como Gerard, Mendieta o Farinós. O el Piojo López, que no era un killer de área precisamente. Tenía otras virtudes propiciadas por el espacio, pero matador no. Por eso, la duda me asalta ante Zaza. Y me resulta más barato vomitarles esta retahíla de sujetos, verbos y predicados a ustedes que no largarme al bar a sondear o escuchar fílias y fobias.

Hablan unos que es vehemente, que juegas siempre con el 'ay' en el cuerpo ante una mala acción, una mala patada que te deje en inferioridad. Vamos, igual que pasa con Diego Costa y todos dicen que juega con el corazón, como si de ganar cada pelota dividida fuese la vida de su familia en ello. Pues eso mismo pasa con el ex novio de Chiara. Aporta ese punto de locura ante el orden marcial de Marcelino (perdón). Fomenta la pasión, el alentar sin descanso. Y no hablemos de como aportan sus movimientos sin pelota para el desahogo del juego. Busquen estadísticas, busquen números, visionen los partidos que tiene guardados La Guarida del Valencia y podrán comprobar que Zaza es algo más que una calva bonita.

Pero, siempre hay un pero y lo dicho antes no es tan importante como lo que va después, esto es el Valencia. Es un club que sigue nadando a contracorriente económica para remontar un par de años de mucho gastar y poco ingresar. Negredo, que dolor todavía, Enzo Pérez, Nani, Santos, Abdennour y todos aquellos que no llegaron a las expectativas que prometían sus traspasos y sus rendimientos obligan a pensar no tanto con el corazón y sí con la cabeza. Y ponen en rampa a Simone y a otros. Y Marcelino ha de elegir. Ha de pensar como reinventarse en este Valencia de Champions para hacer lo que ha hecho en el noventa y cinco por ciento de los partidos de este año. Competir. Que al final es lo que cuenta. 

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