miércoles, 20 de septiembre de 2017

Ya no hay dudas, de momento, en Mestalla.

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Las dudas han cambiado de bando. La clarividencia que antaño profesaba la grada de Mestalla ante las malas decisiones de jugadores y entrenadores generadas por las dudas a todos los niveles estamentales ya no es tal. Es ahora la grada quien, ante un empate en el derbi local, se sienta pesimista y temerosa en su localidad con el inocuo miedo deportivo en el cuerpo. Y más con la previa agorera de que el equipo no tiene gol. Pues bien, parece que habrá tranquilidad hasta el domingo, después del arrebato de Zaza, redimido a fuerza de goles y la solvencia de los sospechosos habituales Mina y Rodrigo, con cinta en el brazo incluida para este último.

El partido transitaba entre el fútbol control del equipo de Marcelino, que a cada combinación de pases solidifica su trabajo, y algunas internadas malaguistas por la izquierda de Lato, desbordado ante las pocas ayudas defensivas de Guedes, que ofensivamente ofrecerá una alternativa más a este ataque coral que parece se encamina este Valencia, pero que ha de combinar con la solidaridad en el repliegue. Pero apareció Soler, empeñado en no hacer caso a las palabras necias sobre su ubicación en el dibujo, pinchando el balón con maestría de veterano y centrando para Mina que usó la cabeza para rematar al contrapie de Roberto. De ahí al descanso, el equipo se sostuvo gracias a las paradas de Neto, con un Rolón empeñado en amargar la noche a Gabriel y Murillo, que volvían a compartir escena después de su presentación conjunta.

Y en esas que, en la reanudación, apareció Zaza. Ya pululó por el área en la primera parte, oliendo la sangre, con un gol anulado y un casi penalti en boca de gol, pero ocho minutos sirvieron para que el novio de Chiara se desmelenase (perdón) y dejara a Michel en puertas de ser el segundo entrenador cesado, asistido por el cartero Soler, nuestro Karl Malone futbolero del terreno. El bueno de Simone es uno de esos pocos delanteros que juegan como si tuvieran a su familia secuestrada y le fuera la vida en ello. Quizá sea el único en estos momentos, con Diego Costa de retiro brasileño rebelde, que no se deje nada entre pecho y espalda, jugando sin freno, con la sangre caliente, casi hirviendo, por conseguir el objetivo a corto plazo. Balón a balón, como si fuera el último. Puede que falte gol individual, quizá no veamos cuatro goles de un mismo jugador, como tienen otros equipos, pero este Valencia con Gabriel de mariscal, con Kondogbia y Parejo complementándose a la perfección y con Soler jugando y haciendo jugar a los de su equipo, va camino de tener mil maneras de matarte. No hay dudas, de momento, en Mestalla. El domingo más. La Real, con la que se sueña con competir allá por el mes de abril por el pasaporte europeo.

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