domingo, 28 de diciembre de 2025

No necesita más. Loquillo, Roig Arena, 26 de diciembre

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En el último concierto del año en un recinto que es una maravilla para cualquier tipo de evento, Loquillo congregó a todos sus fieles de Valencia ciudad y alrededores para ofrecer un espectáculo lleno de guitarras, reverencias, recuerdos y mucha, mucha actitud. Y no necesita más.
 
He de decir que no recuerdo, ni ganas tengo por absoluta pereza de hacer memoria, que he visto unas cuantas veces a Loquillo. De hecho, lo he llegado a ver con un centenar de espectadores, siendo generosos, bastante después de aquel directo 'A por ellos... que son pocos y cobardes'. En ese camino hasta el Roig Arena del pasado viernes 26 de diciembre, que parecía que iba abocado a festivales remember y poco más, el chaval de El Clot ha sabido recoser su carrera y construyendo con solidez ser la máxima estrella del rock español. O, por aquello de las dudas y no ser taxativo, una de ellas. No creo que nadie provoque el silencio al entrar a un lugar, como sucedió en el viejo y añorado Nueve Tragos. No creo que nadie provoque la euforia sin medida cuando se apagan las luces y arrancan los primeros acordes de 'En las calles de Madrid', fantástico pistoletazo de salida en esta gira de 'Corazones legendarios' e inicio a nuestro último concierto del año.
 
Como siempre, el libreto de temas se suceden entre los nuevos clásicos y la espera a las canciones de toda la vida. Eso le digo a Mónica, que se estrena en eso de brincar con los temas de la banda del barcelonés, con quien comparto grada. Y brincamos juntos con el primer tema de los clásicos perennes, 'El rompeolas', mientras trato de explicarle que es una de las mejores bandas, con el saxo de Dani Herrero, los teclados de Jorge Rebenque, el bajo de Alfonso Alcalá y la batería de Laurent Castagnet. Que cada uno vive en un lugar, desde Granada hasta Teruel, pasando por Gijón, cuartel general de Igor Paskual, una de las grandes patas donde se sustenta esta banda enorme, junto con Josu García, guitarras principales. Mónica asiente y sonríe mientras me pregunta si me gusta mucho este grupo. 'Es parte de la banda sonora de mi vida', le digo. Y así es. 
 
El concierto fue un melocotonazo. Sin estridencias ni discursos innecesarios. Un saludo sobrio después de muchos temas “Feliz Navidad, Valencia, bona vesprada”, un recuerdo a Jorge Martínez, de Los Ilegales antes de 'Rock suave', la reverencia por siempre a Halliday con 'Cruzando el paraiso' y las canciones que nos hicieron forrarnos las carpetas, incluídas 'La mataré' o 'Carne para Linda', esperando a los grandes broches. Una parada del show para atender una lipotímia en las primeras filas, una pequeña historia de respeto y admiración a Pedro Martínez, antiguos compañeros de baloncesto y ahora entrenador del Valencia Basket. Igor Paskual, su boa rodeando el micro y 'El rey del glam' y todas esas canciones que tú, sospechoso habitual al que probablemente la hija de tu novia te mira mal porque a solas se imagina un novio más formal, tienes en tu recuerdo para siempre a pesar de que también te emborrachas y lloras cuando tienes depresión. 
 
Como siempre, el concierto termina con los grandes cierres que todos ustedes ya saben. A pesar de no venir a hacer amigos, puede contar conmigo. Porque, al irse la rubia, me he sentido extraño, me he quedado solo fumando un cigarro. 

 
Al final, una muesca más en el revólver, por ser clásicos en eso de vivir experiencias y una sonrisa de oreja a oreja de camino al Shangri-la, casa de Pol y lugar perfecto para brindar con la banda y los amigos. Pero eso, como siempre, es otra historia.

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