viernes, 18 de mayo de 2018

Pinceladas sobre el futuro del Valencia.

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Oigan, ¿cuándo comienza la temporada? ¿Ya? ¿Y ahora? ¿Y ahora? Sí, querida persona que lee -ya saben, lenguaje inclusivo-, servidor ya está cansado de esto y no ha hecho más que empezar. En realidad, ni siquiera ha acabado. El domingo hay partido. Contra el Depor. Donde Seedorf parece que manda mejores mensajes delante del micrófono que delante de la plantilla que ha intentado salvar. Con Lucas Pérez de artillero mojado. Que vuelve a sonar para el Valencia. Ahora, que está en Champions. Ahora, que si que mola jugar en Mestalla de local. Bueno, es la ley de fútbol. No vas a pretender que un gallego se parta el pecho y se declare en rebeldía por jugar en un equipo que parte de la mitad de la tabla. Puestos a ir a un histórico en crisis o al equipo de tu tierra, la elección estaba clara. Y la institución, el Valencia digo, no transmitía la tranquilidad y la seriedad como para seducir a futbolistas con intención de revalorizarse. Pero llegaron Marcelino, Uría y el resto del equipo y ya saben como acabó la historia. Cuartos. A la Champions. Con exigencia. Sin alcurnia, más allá de la histórica. A los bombos de cola. Pero todo bien. Nos gusta.

En realidad, eso es lo que importa a la parroquia. A día de hoy, creo que pocos en la trinchera valencianista estarán sacando cuentas por el tema de la multa europea, los pagos a los bancos y las calculadoras para que Guedes se vuelva a poner la 7 blanquinegra. Quizá algún tronat dispondrá de sus notas, sus tablas y sus cálculos para ello. Pero esa persona, si existe, no conoce a Mario Selma, @VCF_Blog imprescindible cuenta en Twitter económico-deportiva del Valencia. El trabajo menos bonito de todos los que tiene el estar en la nómina de un club de fútbol. Y oigan, es importante que la cosa cuadre. Porque este año de más ganado deportivamente, se esperaba ser equipo de Europa League, permite adelantar y recortar espacio con Sevilla y que no tome más distancia el Atlético, que ha sorteado sanciones, ventas en enero y recortes de plantilla de manera sobresaliente, incluso dando a Torres la opción de despedirse alzando una copa para alegría de ese medio valencianista en Madrid llamado Rubén Uría.

Pero es que la cosa va un poquito más allá. A esta manera de restar se le añade que, por ciclo vital, los dos extraterrestres que juegan en Barça y Madrí tienen dos o tres años. Quizá cuatro. Y es preciso que, cuando se vayan a la playa, la tiranía flaquee. Y ahí debe estar el Valencia. Preparado, agazapado, trabajando sin descanso en la sombra. Con la modestia propia del que sabe que nunca se hará rico trabajando pero si vivirá con cierta comodidad. O del resentido por ser despojado de todo preparando su venganza, si quieren ser más literarios y fijarse en el Conde de Montecristo. Esa es la verdadera realidad del Valencia. Sabedores sus gestores que se erró en el pasado. Viviendo por segunda vez lo que es sentir a la grada vibrar, que es lo que hace que la masa active la sístole y la diástole emocional. Incluso detectando que la prensa local es mucho más importante que las redacciones nacionales. O, por lo menos, lo son al mismo nivel, porque vertebran y practican, desde la información, valencianismo. No digo que haya pleitesía, no hablo de volver al 'Juan, gracias por todo'. Hablo de lo que está pasando en este final de temporada. Entrevistas en los medios, facilidades para trabajar, terminar con esos dobles raseros que suponemos los que estamos al otro lado. Abrir el Valencia al aficionado. Dar razones para que ese chaval, que comienza a sentir curiosidad por eso llamado fútbol, se decante por la camiseta de Gayá, de Soler o de Zaza antes que por la de cualquier otro equipo.

Que empiece el fútbol. Que queremos ver todo esto ya. Porque nos gusta eso de #yosoyvalenciacf.

Como no nos va a gustar.

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