martes, 14 de junio de 2011

Igor Paskual. Wah-wah. 9 de junio 2011

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Estoy listo. Entre gymkhanas con flores rojas, crisis de pasiones a distancia y la calma que precede a la tormenta, me planto puntual en la Wah-Wah para ver, oír y escuchar a Igor Paskual a menos de dos metros de distancia, en su parada y fonda valenciana. Y como tal, la ocasión merecía una preparación especial. Dejar el reloj en casa, poder disfrutar sin saber a que altura estará el Sol o la Luna, beber, brindar y lo que sea como si no hubiera mañana, era el plan de ruta. Con la mente puesta en princesas descalzas imaginando la charla en la barra del bar, mientras pienso en verde observo la sala. Poca gente, hora de cenar, o de rematarla con el café. No esperaba un reventón, pero está claro que la cancelación de los teloneros Nistal ha hecho que la gente se lo tome con calma. Parroquianos habituales, fotógrafos y algunos con camisetas de Loquillo, me hace pensar que seremos pocos, pero buenos. Entre sorbo y sorbo de cerveza, a falta de piernas, me empiezo a fijar en las camisetas. Me gusta una, ‘I saw Elvis’, perfecta para envolver y directa para enviar un mensaje sin interferencias. Quince minutos antes de la hora prevista del inicio del concierto, entra la banda. Detecto que Igor pasó por peluquería. Confío en que sea un saneamiento capilar y que su peluquera no se llamase Dalila. Besos y abrazos sentidos con la gran, y espectacular esta noche, Merche ‘Madame Blues’ Cardoso, una mujer que, junto con su voz, se merece una letras, un libro o lo que ella quiera. Cortés acompañamiento en el cigarrito callejero para aplacar un poco el nervio. Ampli 'mode on' y Música para traicionar, primer tema del disco e inicio del bolo.
Podemos hablar de la sala y de lo bien que suena con poca gente, pero no lo voy a hacer. Suena igual de bien con trescientas personas, así que, puestos a elegir, prefiero el llenazo, debato conmigo mismo mientras escucho La Bahia, canción de amor inestable en busca del equilibrio, y veo que la gente va entrando en la sala. ¿Pensarían que el concierto era a las once? La llegada de más personal coincide con los acordes de Pierdo la calma, un tema que tiene aroma a habitaciones de hotel, viajes y soledad. En este momento, ya me doy cuenta que el descubrimiento de la noche, seguían sin aparecer piernas, es Jorge Otero, guitarrista de los espaciales Stormy Mondays a tiempo total, salvo en esta gira. Es bueno, muy bueno sacando verdaderos aullidos de su guitarra y alargando el tema con algunas notas que me recuerdan al ‘Won't Get Fooled Again’, de The Who, que me hacen mirar a todos lados esperando la mutación en un momento a otro de Igor en Roger Daltrey para ese grito, famosamente catódico ahora gracias a los forenses molones made in USA. Para recuperar la calma perdida, y haciendo caso a los versos de Mí funeral “… y lo que hay que hacer es gastar en el bar…” realizo mi primer viaje a la barra para un escocés y las primeras notas embrionarias de esto que lees. Al fondo de la sala veo a un tipo alto, desgarbado y amigo, Ovidi, de Los Perros del Boggie. Nos saludamos efusivamente, me alegro de verle y comprobar que su accidente es una muesca más que no va a dejar que la maquinaria perruna deje de rodar. Viene con parte de la crew, David Lobo, Sergi y Adrián. Compartiremos unos tragos después seguro.
Lo bueno de sentirte cómodo y conocer la sala es que te permite, si el público te deja, poder escuchar el concierto desde diferentes ángulos. Y si encima la banda tiene quilates, pues gemelas en bolas. Que ahora quiero escuchar el bajo de Antón y los punteos de Ángel Miguel, a la izquierda. Que Jorge coge la guitarrita pequeña, mandolina me chiva Madame Blues, o se sienta delante del Hammond, a la derecha. Que quiero sentirme como un dandy, adoptando pose de interesante, centrado en como le da candela a los parches Alejandro Blanco, pues me apoyo en el pilar que está ligeramente centrado. Y en esas estabamos, en el single Chica de gama alta, sin Viriato Preciado a la guitarra, cuando, por fin, aparecen las piernas. Dos, o sea, cuatro, correspondientes a dos damas, con bailes sensuales como aquellos de detrás de la cortina del Mississippi de Pepe Navarro. Me hago viejo, creo que necesito otra copa para afrontar la realidad.
El Guaje es un tipo grande. Es un roquero atípico, un Guardiola de la música, que igual se emociona con cualquier composición poética que con los favores de la chica que se rinda a sus encantos una vez bajado del escenario, si se da este caso. Admirable por ese afán de aprender y mejorar, con una página web que es algo más que una terraza al sol de reflexiones y que es capaz de sacar pecho astur y hacer chistes acerca de lo espectacular del prerrománico valenciano entre canción y canción, mientras bromea, o no, acerca de lo bien que se está aquí y la cantidad de cosas a las que quiere que le invitemos, cual Camarón por sus barrios sevillanos.

Van cayendo los temas de "Equilibrio inestable", Mis amigos, un brindis a no lamentarse por si vienen mal dadas y darle bocados y ostias a todo lo malo que venga encima, Automedicación donde todas las farmacéuticas del mundo no superan al vino, las letras y un buen polvo, y Bebemos, una de las mejores canciones escritas con resaca, en palabras del autor. Se muestra el concierto con un punto de rebeldía provocadora, casi me atrevería a decir punk, desempolvando esa aura glam de sus Babylon Chat, nada que ver con la gira acústica que pude disfrutar en Nueve Tragos hace poco más de un año. Me encanta. Todo esto se corrobora con El peor novio del mundo, con ritmo de sierras y martillos, espectacular el vídeo, cuando en la coda del tema simula follarse a uno de los monitores de sonido, mientras las chicas de las piernas mueven sus caderas, ombligos y pelvis de una manera casi, o sin el casi, pecaminosa. Esta banda tiene el equilibrio inestable, con un front-man dado al exceso, la pose y el espectáculo bien entendido y unos músicos que seguro que las pintan pardas, pero que saben su lugar y su trabajo, como el mediocentro fajador al servicio del goleador virtuoso. El rock sigue vivo, más que nunca, y los jueves el sudor de guitarras sabe mejor. Con Volver y Bipolar, cantada con los cojones llenos de sentimiento, llegamos casi al final. Los temas de Babylon Chat, entran en escena, casi al mismo tiempo que alguien, cercano a la barra, saca una bandera asturiana para orgullo de los hijos de don Pelayo. Me toca la fibra y el sentimiento El último brindis del año, uno de los dos temas que espero hoy, que me vienen como un guante por época, lugar y sensaciones en las que estoy instalado. Pausa. Cervezas. Arreón final. Bises con Camaleón, donde el torero Paskual salta al ruedo, la versión de Nubes de Tormenta de los Locos, banda mítica asturiana. Cae El corazón de hielo, aparentamos ser duros de fachada, pero en el fondo todos tenemos nuestra musa que nos mata lentamente sin remisión. Y termina la noche con Nuevo cine español, tema de Igor, desconocido para mí, pero con un final espectacular que me deja con ganas de más. Pero no será hoy. El show terminó, comienza el tercer tiempo. Estrechamos manos, agradecemos la presencia, brindamos, otra vez, y con el botín de varios tesoros de fan y algún regalo para chicas que se porten bien, cerramos la libreta, abrimos la cartera y quemamos lo que sea necesario quemar. A fin de cuentas, estamos en la tierra del fuego, aunque hoy nos sentimos un poco visigodos, y orgullosos de serlo. Puxa Asturies y puxa el rock.

1 comentario:

  1. Anónimo16:44

    Puxa Xema!!! Si no fuera porque me apasiona sentir los vatios de cerca, me bastaría con leer tus magníficas crónicas para saborear los conciertos. Eres un crack!

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